Demasiado tarde. Demasiado mal.
Eso es lo que está pasando en nuestro país con el reconocimiento por parte de
la jerarquía eclesiástica de los abusos (no sólo sexuales) cometidos por
miembros de la santa madre iglesia católica, apostólica y romana. Como en todo
régimen presidencialista -el Vaticano no deja de serlo, aunque su presidente electo
lo sea con carácter vitalicio, salvo raras excepciones- lo que dice el jefe va
a misa, y en este caso con más motivo. Por eso es tan importante lo que dice el
Papa de Roma. Importa y mucho quien rija la Santa Sede. Y no es lo mismo llevar
babuchas de tafilete de cabritillo que sandalias de pescador. Cuando el
cardenal argentino Francisco Bergoglio fue elegido Papa a algunos miembros del
episcopado español les salieron sarpullidos de rabia. El Papa Paco no era como
el emérito Ratzinger que optó por la alta costura antes que hacerse modistilla.
No, el Papa Paco además de hablar castellano -la lengua de Rinconete y Cortadillo-
quería que la iglesia católica, apostólica y romana, fuera ejemplo de
cristiandad. Aunque su objetivo parecía lógico, no lo era a ojos de un
episcopado acostumbrado a ser tolerante con los pecados capitales,
especialmente con el tercero.
Si no recuerdo mal de mis
años de catecismo los pecados eran siete: avaricia,
gula, lujuria, pereza, ira, envidia y soberbia. Yo los repartía entre los días
de la semana, a cada día su pecado. Hoy es lunes, toca avaricia. Y ahí me
tienes rompiendo sacos por los rincones. Los pedófilos católicos, apostólicos y
romanos van a piñón fijo, pecan del tercero y detrás llega el resto. Y ya se
sabe que las fijaciones no traen nada bueno. Y en eso llegó el Papa Paco y
mando parar. ¡Ya está bien!, dijo. Y se puso manos a la obra para retirar velos,
levantar alfombras y destapar pervertidos. Hace tres años que el Papa Paco
ordenó a la jerarquía de su Iglesia que dejase de encubrir los abusos, que los
investigara y que los comunicase a la Congregación para la Doctrina de la Fe,
el órgano que centraliza la información y vela por su privacidad. El episcopado
español contestó con cifras ridículas y echando balones fuera.
Ante la poca colaboración, los periodistas de El
País, Iñigo Domínguez y Daniel Verdú, entregaron al Papa y a la Conferencia
Episcopal una lista con 251 denuncias, apenas la punta del iceberg. Unidas
Podemos, Esquerra Republicana y Bildu, han pedido una comisión de investigación
parlamentaria, y la Fiscalía del Estado ha tomado cartas en el asunto. Todos
los grupos parlamentarios, excepto neofranquistas y adláteres, están por
abordar el tema y llegar hasta las últimas consecuencias. Veremos.
La Iglesia francesa destapó
miles de casos tras una profunda investigación, también Alemania y Estados
Unidos están abriendo ese melón, Portugal ha aprobado la creación de una comisión
independiente, presidida por el prestigioso psiquiatra infantil Pedro Strecht,
mientras la jerarquía eclesiástica española mira hacia otra parte. ¿Hasta
cuándo?
Poco parecen preocuparle las almas
a una jerarquía eclesiástica mucho más atenta a velar por su patrimonio
material. Al menos, más rapidez se dio en poner a su nombre miles de
propiedades que no eran suyas. Aznar le facilitó un instrumento legal para
hacerlo: la ley hipotecaria. Franco concedió todo tipo de facilidades a la
Iglesia para adueñarse de lo ajeno, tan solo hacía falta la palabra de un
obispo para registrar a nombre de la institución eclesial cualquier finca u
otra propiedad.
Entre 1998 -año en que el PP modificó la ley- y 2015,
la Conferencia Episcopal inmatriculó 34.976 bienes inmuebles. Poca broma. Entre
los bienes de los que se apropió la cúpula dirigente de la iglesia católica
española estuvo la mezquita de Córdoba. No hay nada como poner una pica en
Flandes para adueñarte de todo Flandes. La excusa para la apropiación del bien
público fue que dentro había una catedral. Menos mal que Carlos V hizo en la
Alhambra de Granada un palacio y no una catedral.
Ante el requerimiento del gobierno de coalición, la
Conferencia Episcopal tan solo declaró un millar de irregularidades, ni el 3%
de lo expoliado. ¿En serio? Suma y sigue en la tomadura de pelo. La asociación
civil Recuperando asegura que el montó total de bienes puestos por la
Iglesia bajo su titularidad alcanza los 100.000, incluidos edificios, colegios,
residencias, pisos, aparcamientos, masías, bosques … Por si no era suficiente
con estas reamortizaciones, la Iglesia está exenta de pagar impuestos sobre sus
propiedades. Por tanto, el Impuesto de Bienes Inmuebles al que tenemos que
hacer frente todos los ciudadanos con alguna propiedad inmobiliaria no afecta a
los bienes eclesiásticos, aunque sea un piso en Marqués del Turia o un bajo en
la calle La Paz. ¡Ah!, se me olvidaba, y encima está el tema del Concordato.
URBANO GARCÍA
Imagen : Conferencia Episcopal, EFE /
Víctor Lerena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario