La imagen especular ejerce sobre nosotros una gran fascinación. No hay más que recordar la excitación que nos produce entrar en las salas de los espejos que hay en todo parque de atracciones. Mayo es mes de espejos. Espejos para ver y para vernos. Para buscar defectos o modelos. Buscamos en ellos reconocernos, aunque luego nos espante nuestra propia imagen. Somos animales sociales, gregarios, y como las urracas buscamos espejos para no sentirnos solos. Nos gusta mirarnos en los espejos de la historia. Mayo del 68, por ejemplo.
15M / 22M
A veces confundimos espejos con espejismos. Los espejos son ciertos y seguros. La certeza y la seguridad forman parte de nuestros sueños. Por eso, la mayoría llevamos mal la incertidumbre. Y nos desconsuela tanto vernos mal reflejados. Eso es lo que le pasa ahora a mucha gente. La crisis que ellos no originaron les golpea con toda intensidad. Un espejo roto. De ahí la desafección y el desencanto con un sistema político, la democracia, que debería servirnos para ser más felices y demasiadas veces nos ofrece lo contrario. Hay malestar. Demasiado. Y nunca se sabe cómo se manifestará tanta indignación reprimida.
El domingo 15, miles de personas salieron a las calles en cincuenta ciudades de nuestro país. Pedían más y mejor democracia, y no el trampantojo vacío de contenido que a veces parece que tenemos. También que la crisis la pagaran los que la crearon. Una utopía a estas alturas del banquete. Respondían a una convocatoria hecha a través de las redes sociales, “Democracia real, ¡ya!” Si en los países islámicos lo han hecho, ¿por qué no aquí?, se preguntan. Además, mayo es mes asambleario por excelencia.
En tierras valencianas la indignación sube un peldaño. Durante la campaña, el gobernante PP ha intentado ocultar el objeto de la consulta. “Por suerte, Zapatero dejará de ser presidente”, contesto Camps a los periodistas que le preguntaron por su implicación en el caso Gürtel. Luego, el imputado candidato volvió al “no se admiten preguntas”, o “éstas no son las adecuadas” que tanto irrita a la ciudadanía. Pero Zapatero no entraba en esta contienda, mal que le pese al PP. Ni en ésta ni en la próxima. El único que repite es Rajoy. Sin embargo, la matraca mediática del PP ha logrado imponer su agenda. Y eso que la realidad es tozuda. Las políticas activas de empleo, por ejemplo, están transferidas a la comunidad, por tanto alguna responsabilidad tendrá Camps en las escandalosas cifras del paro. Aquí andamos por los 600.000, muy por encima de la media nacional. ¿Quién es el responsable? Muchos de los parados son jóvenes. También por encima de la media. Una generación perdida. La mejor, la más formada. ¿Quién es responsable? Por todos los rincones de la geografía valenciana se levantan monumentos a la crisis del ladrillo. El Nuevo Mestalla, el más emblemático. ¿Quién es responsable? La educación está transferida, y tenemos una de las tasas más altas de fracaso escolar. ¿Quién es responsable? Y así ad infinitum.
Sobre todo eso habría que meditar antes y después del 22M. Muchos esperan que el movimiento asambleario que eclosionó el 15M tenga continuidad. Que siga ahondando en su radical reivindicación democrática, en su organización y objetivos. La indignación es nada si no se organiza ni tiene programa. Muchos de sus anónimos líderes lo saben y se muestran partidarios de votar a las opciones pequeñas. Rechazan la tiranía del bipartidismo. Es su visión de las cosas. Y no les falta razón.
¡TORERO!
Sin traje de luces y sin luces en el traje. Así saltó el imputado Camps al coso de la calle Játiva. Eso sí, lucía a Rajoy como trofeo de caza. Todo era juerga en el gran acto electoral del PP valenciano. Y eso que el diestro está a punto de sentarse en el banquillo por presuntos delitos relacionados con corrupción política. ¿Pesadilla o espejismo? En todo caso una vergüenza para esta honrada tierra.
URBANO GARCÍA
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