Cuando en 1978, la élite política se planteó dotar al Estado español de una Constitución democrática homologable con las que había en países de nuestro entorno, también se planteó hacer de ella una herramienta para frenar algunas de las tendencias más negativas que amenazaban nuestro futuro. La descentralización no sólo era una asignatura histórica pendiente, también era una necesidad para conseguir un mayor equilibrio territorial. Se trataba de distribuir mejor la riqueza, y con ella la población. La gente va donde barrunta que encontrará más oportunidades. Por eso, entre otras cosas, es tan importante que se repartan los recursos de un modo más equilibrado. La igualdad de oportunidades depende de dónde se viva.
Los avatares de la historia, cómo se reparte la propiedad de las tierras,… incidieron sobre una orografía y una población diezmada por guerras, limpiezas étnicas e ideológicas. Al lado o por encima de esos condicionantes, siempre está la política. A partir de un momento, el centralismo imperial de los últimos Austrias y de todos los Borbones se impuso. Creando una centralidad artificial que condicionó las comunicaciones del Reino y dándoles una estructura radial. Fuera del centro, nada. El liberalismo y la revolución industrial trajo sus propias dinámicas. Criterios económicos se añadieron a los políticos. Nuevos centros industriales agrandaron antiguas ciudades o crearon nuevas. Industria, desarrollo y urbanismo fueron de la mano. Las ciudades son un polo de atracción, para comprar, vender, para trabajar, para vivir…
Acaba de reeditarse Cacereño, la novela de Raúl Guerra Garrido que habla de cómo se industrializó Euskadi a golpe de mano de obra procedente de Extremadura y de otros lugares de la España que se vaciaba. Una recomendable lectura de verano.
DEL CAMPO A LA CIUDAD
El País Valenciano es un país de ciudades medianas. La mayoría de ellas situadas cerca de la franja litoral, la zona más densamente poblada. Pero el valenciano continúa siendo un territorio desarticulado, con unas comunicaciones internas muy deficientes que dificultan la interconexión. Hay como dos países en uno, separados longitudinalmente. Herencia, en parte, de cómo fue la conquista catalana y aragonesa. Fuster, dixit. Las comarcas del interior se han ido vaciando de su población más joven, como ha ocurrido en las regiones vecinas de Teruel, Cuenca, Albacete o Murcia. Emigrar a la ciudad, cuando no al extranjero, fue una forma de huir del hambre en la España del franquismo. El campo se despobló y dejó de ser rentable. O al revés. Es difícil saber qué fue primero si el huevo o la gallina. El éxodo rural fue el motor de la industrialización franquista, como las Enclosure Acts lo fueron en la Inglaterra del XVII. Aquí la dictadura y no el Parlamento marcó la intensidad y el ritmo de la proletarización a golpe de hambre y Plan de Desarrollo.
Pero la huida del campo a la ciudad es anterior al franquismo y ha continuado con la democracia restaurada. Ocurre en otras latitudes. Dicen los expertos que el XXI es el siglo de las ciudades. Gran parte de la población del planeta vive ya en una gran urbe. Hay un País Valenciano vaciado, como hay una España, una Europa, y un mundo cuya población abandona el campo y se va a vivir a las ciudades.
La reordenación del sector bancario ha dejado sin bancos ni cajeros a muchos pueblos del interior. No es lo peor que le ocurre al País vaciado. Antes perdió, si alguna vez la tuvo, la atención sanitaria. La caída de la tasa demográfica se refleja en que hay menos niños. Con ellos también se han ido las escuelas. El País vaciado es un país envejecido. Un país sin niños. Sin mujeres, añadiría María Such, de l’Institut Valencià de les Dones.
El Consell del Botànic II, en sus ejercicios espirituales en Montanejos –por cierto, localidad en riesgo de vaciarse-, se planteó entre sus objetivos la lucha contra el País vaciado. Hacen falta políticas valientes, dinero y medidas transversales. Las dinámicas económicas son muy fuertes y cada vez están más condicionadas por la globalización. ¿Alguien piensa que acuerdos como el de la UE-Mercosur no afectan también al vaciamiento del país? No todo el mundo se lo plantea así. Javier Maroto, por ejemplo, se ha empadronado en un pueblo de 100 habitantes de Segovia para poder ser Senador del PP por Castilla-León. Así entiende el PP la lucha contra la España vaciada.
URBANO GARCIA
Imagen:
1. El país vaciado. Diario MEDITERRANEO
1. El país vaciado. Diario MEDITERRANEO
No hay comentarios:
Publicar un comentario