Ahora que “Salvem el Botànic, recuperem ciutat” ha pasado página, cerrando un capítulo de la infamia urbana de Valencia, las y los ciudadanos de “Salvem el Cabanyal” toman el relevo. Nacieron tras la estela abierta por los del Botànic. No en balde adoptaron el nombre de Salvem como enseña de su épica resistencia. Resistir es vencer, dijo Negrín en 1939. Él resistió todo lo que pudo, pero no fue suficiente para frenar un fascismo en auge y a punto de romper la espina dorsal de las democracias europeas. Aquí y ahora, no ocurrirá lo mismo. Aquí y ahora, resistir es vencer. Ellos y ellas -los de Salvem el Cabanyal- entienden la construcción de la ciudad como un proceso democrático, participativo, alejado de maniobras y políticas despóticas que sólo rinden pleitesía al negocio especulativo. Es el urbanismo del siglo XXI.
PORTES OBERTES
Un año más, y van 13, numerosas vecinas y vecinos han abierto sus puertas -y en muchos casos sus corazones- para que empaticemos con su noble causa. Que no es otra que la de preservar el barrio, rehabilitándolo, adecentándolo y recuperando un encanto que nunca debió disminuir en todo su conjunto.
Carmen vive en el Cabanyal. Su casa está en esa zona 0 en la que Rita, la alcaldesa, quiere convertir una parte del barrio. Para Carmen no hay consuelo. Cuenta que un día, en la peluquería, una vecina arremetió contra quienes no quieren irse de sus casas para permitir que las excavadoras las arrasen. Carmen no pudo aguantar las lágrimas. El dolor por la incomprensión, por la virulencia con que su vecina y conocida defendía la cirugía mayor como única forma de recuperar la zona, venció sus resistencias. Carmen encontró consuelo en quienes como ella se aferran a sus viviendas, a sus recuerdos. Desde entonces, nunca falta a las reuniones de los miércoles en el antiguo matadero.
El Escorxador es la sede de Salvem el Cabanyal. A pesar del deterioro del entorno, el viejo edificio sigue guardando su encanto. Es más, Salvem el Cabanyal ha acondicionado el interior. Lo último que han hecho ha sido ponerle un toldo al patio. Allí hacen las asambleas, y “en verano, es la única forma de poder soportar el calor”, dice Maota, profesora y activa miembro de la organización vecinal.
La edición de este año que abrió sus puertas el sábado 24, ha contado con importantes colaboraciones. La editorial Media Vaca, ubicada en el barrio, ha publicado un hermoso catálogo con los 99 relatos ilustrados que pueden verse en las viviendas “abiertas” en el Cabanyal-Canyamelar. Son historias del barrio, de sus gentes, de sus casas, de un tejido urbano y humano que aún les hace sentirse como un pueblo, como el viejo Poble Nou de la Mar que empezaron siendo. Nada se hubiera podido hacer sin la complicidad de un grupo importante de artistas, ni sin una ciudadanía activa y solidaria.
PORTES TANCADES
La lucha de Salvem el Cabanyal por su barrio titánica. David contra Goliat en versión urbana. A un lado unos vecinos sin apenas recursos. Al otro, el autismo de un Ayuntamiento que sólo abre sus puertas de par en par a súbditos dóciles y aduladores. Leviatán contra los ciudadanos. “La prolongación de Blasco Ibáñez estaba en el programa del PP, y la mayoría de valencianos me vota”, dice una ufana Rita desde su mayoría menguante. Pero gobernar es algo más. Aplicar el rodillo nunca soluciona los conflictos de intereses. Y de eso se trata, de lucha de intereses. Los de los vecinos del Cabanyal están claros: rehabilitar su barrio, mejorar sus condiciones de vida. Pero, ¿qué intereses defiende la mayoría municipal? Dicen que los mismos. Sin embargo surge la duda cuando se fomenta, por activa o pasiva, la ocupación por sectores marginales de viviendas compradas por el ayuntamiento. O niegan permisos de obras para reparar bajantes o arreglar goteras. Así se deteriora un barrio. Así se descubre el engaño. Surge la duda cuando no se respeta nada, ni el patrimonio. Un ejemplo, la antigua Lonja de Pescadores, edificio ecléctico centenario original y único, será arrasado para hacer una rotonda que facilite el acceso de coches a la playa, si nadie lo impide. Por no hablar de la trama urbana. O de sus casas, de un modernismo popular digno de admiración por arquitectos de las más lejanas latitudes. Además, no hay dinero.
Ahora, durante los primeros días del cálido otoño tenemos una magnífica excusa para andar sus calles, para entrar en algunas de sus casas y hablar con sus gentes. La mejor forma de amar lo nuestro es conocerlo. ¡Ánimo! El Cabanyal nos espera con las puertas abiertas.
URBANO GARCÍA
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