Pasó la primera y
madrugadora gota fría del otoño. Dejó 13 muertos y un reguero de desgracias. La
lluvia anegó tierras y haciendas. Y dos barcos mercantes encallaron en las
playas valencianas. Los barcos varados en los bancos de arena de la costa son
de verdad, también son una metáfora de nuestra situación. Estamos encallados por
la crisis y abandonados a nuestra suerte ante la ineficacia de los remolcadores
que no son otra cosa que las medidas que el gobierno aplica para reflotar el
país. La realidad tiene a veces estos guiños. Paradojas que la vida nos ofrece
de vez en cuando. Dos barcos naufragan mientras el país se va a pique. Sería un
buen titular. Uno de esos titulares en blanco y negro, sin grises, sin matices,
sin medias tintas. Uno de esos titulares que tanto gusta a la prensa de
derechas para calificar a los gobiernos de izquierdas. También la gota fría da
juego. Su motor interno es la diferencia de temperatura entre las capas
inferiores y superiores de la atmósfera, lo que los expertos llaman gradiente
térmico. La humedad ambiental y la temperatura del agua del mar también
influyen sobre la magnitud de la tormenta. Hasta hacerla perfecta. Así tilda
Josep Vicent Boira en su último libro a la crisis valenciana, ¡perfecta! La
estabilidad atmosférica, como la social, se basa en un cierto equilibrio.
Cuando las diferencias entre los que menos tienen y los que más alcanza un
grado crítico, la situación se hace insostenible. Informes económicos tan
imparciales como los realizados por la ONU dicen que en los últimos años -gracias
sobre todo a las políticas ultraliberales, a la movilidad del capital y a la
globalización de los mercados-, las diferencias entre pobres y ricos se han
acentuado. Ingentes masas de dinero se acumulan en muy pocas manos. Mientras
millones de personas se mueren de hambre. Esa es la peor gota fría que nos
asola.
COOPERACION
Si a nosotros, privilegiados ciudadanos del primer
mundo, nos va mal, ¿cómo les irá a quienes habitan las zonas más depauperadas
del planeta? Es fácil imaginarlo. Con la crisis, salvo para salvar a la banca,
no hay dinero para nada ni para nadie. Las medidas que está adoptando el
gobierno de Rajoy por mandato de la troika no buscan incentivar la producción y
crear empleo. Su objetivo es, simple y llanamente, garantizar el negocio de los
grandes bancos europeos. Nuestra deuda son sus beneficios. Nuestros
sacrificios, su seguro de futuro. Las últimas cifras del paro muestran bien a
las claras los efectos perversos de la reforma laboral de Báñez. Ni mejoran las
cifras del empleo ni baja la prima de Rajoy. Si con ZP no iba bien la cosa,
ahora vamos a peor.
Con la
crisis también aumenta la insolidaridad. “Los míos primero”, dicen los fascistas
de amanecer dorado en la asolada Hélade. “Antes lo nuestro que lo de los
negratas”, conversan los hermanos Tauroni –acusados de apropiarse una parte de
los fondos para cooperación- refiriéndose a los proyectos en África de la Conselleria que entonces dirigía Rafael Blasco. Y es que el recorte
llega tras el saqueo. Prevaricación, cohecho, tráfico de influencias,
malversación de caudales públicos y falsedad documental. Estos son algunos de
los presuntos delitos por los que declarará como imputado Blasco, ex conseller, ex portavoz y ex de casi todo, y máximo responsable de
gestionar el dinero público valenciano destinado a cooperación internacional de
2007 a 2011, años del saqueo.
Es
injusto que la ayuda al tercer mundo se vea manchada por la actuación de una
pandilla de delincuentes. Es injusto que demos la espalda al trabajo abnegado y
gratuito de miles de cooperantes. Es injusto que las ONG honradas paguen los
platos rotos por esta red mafiosa.
SUMISIÓN
Claro que últimamente la lista de injusticias parece
no tener fin. Mientras Rajoy elogia a la mayoría silenciosa que no se
manifiesta en las calles contra sus políticas –vamos, lo mismo que Franco-, la
indignación sube muchos peldaños espoleada precisamente por el cabreo ante
tanta injusticia. Mientras el PP valenciano se transforma pasito a pasito en un
partido de diputados imputados, Alberto Fabra, el molt honorable,
pierde la oportunidad de cantarle las cuarenta a su jefe en la cumbre de
presidentes autonómicos. Más que nada por lo de los Presupuestos Generales.
Para 2013, esta tierra antaño de oportunidades recibirá la mitad de las
inversiones que tuvo con el último gobierno socialista. ¿Dónde está el
victimismo antes tan rentable electoralmente contra ZP? ¿Dónde la reclamación
de una financiación autonómica más justa? Fabra, Alberto, ha tirado la toalla.
Sus buenas intenciones han naufragado ante la contundencia de la realidad: un
grupo parlamentario –el suyo- incapaz de dar soluciones a los problemas que
agobian a la sociedad valenciana y solo preocupado por salvar sus muebles. Lo
dicho, encallados y encabronados. Así estamos.
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