Sin llegar al terrible cuadro dibujado por Dostoievski
en Pobres gentes sobre la vida de
muchos rusos a mediados del siglo XIX, una parte importante de europeos son
arrojados cada día a la marginalidad. El reconocimiento a la labor de los
bancos de alimentos con el premio Príncipe de Asturias es una buena muestra de
que cada vez hay más ciudadanos en nuestro país que viven de la caridad. Es el
precio que estamos pagando por una crisis cuyos causantes se han ido de
rositas, dejándonos la factura sin pagar.
Las sociedades
europeas se empobrecen a pasos agigantados. Afecta ya a las clases medias. Pero
quienes peor lo están pasando son los que viven de su trabajo y se quedan sin
él. El tsunami del paro sigue creciendo con el “austericidio”, en palabras de
Joan Baldoví, diputado de Compromís-EQUO, que supone las políticas de austeridad
que aplica la derecha europea, entre la que está el CDU de Merkel y el PP de
Rajoy. Se trata, por tanto, de una agresión a nivel europeo contra las clases medias
y las más desfavorecidas. Como dijo Susan George hace unos días en Valencia, los
más ricos van ganando la no tan soterrada lucha de clases que estamos viviendo
en Europa. ¿Hasta cuándo?
Toda la Unión
es un campo de batalla. Por eso la respuesta que se plantean los sindicatos y
la Cumbre Social sólo puede ser europea. Ese es el espíritu que late en la Huelga
General convocada para el 14N. El mismo día que el sindicato mayoritario de
Portugal, la Confederación General de Trabajadores Portugueses, hará un paro
general, y en toda Europa habrá una jornada de movilización promovida por la
Confederación Europea de Sindicatos.
Una de las pocas
enseñanzas que podemos extraer de esta crisis es que la internacional de la
derecha europea se pliega sumisa a los intereses de la derecha alemana, únicamente
preocupada por que sus bancos sigan ordeñando a la vaca europea. Es en ese
terreno en donde hay que combatir sus políticas. Un terreno que parece abandonado
por la socialdemocracia. Los partidos socialistas europeos no parecen tener un
modelo distinto de Europa del que tiene la derecha. Así lo percibe una gran
parte de la ciudadanía que reclama otra Europa más democrática, solidaria y
justa.
URNAS
Mientras el gobierno de Rajoy pergeñaba unos
presupuestos que nos hundirán más en la miseria, Euskadi y Galicia votaban. Con
matices importantes, en ambos territorios ganó la derecha. En Galicia, un Feijóo
vestido de gaitero perdió votos pero ganó escaños gracias a la abstención de
una parte importante del electorado socialista y a una injusta ley electoral.
En el País Vasco, el nacionalismo de derechas –el PNV- volvió a demostrar su
hegemonía, con o sin Bildu. El electorado ha premiado opciones unitarias y
plurales como la articulada en Galicia en torno a ANOVA por Beiras.
Ni en un caso
ni en otro, aunque mucho más claro en el vasco, las urnas han validado la política
de recortes del ejecutivo de Rajoy. Pero el PP hace otra lectura. Le conviene. La
victoria de Feijóo le servirá para dar otra vuelta de tuerca al país. Más
retrocesos en igualad y en justicia. Se verá en los Presupuestos Generales, y
más cuando tengamos que pagar el rescate europeo a la banca. Son muchas las
voces que se oponen a que la ciudadanía cargue con una deuda privada e injusta,
como denuncia Compromís. Una deuda contraída por las malas prácticas de los
mismos bancos que todos los días desahucian a cientos de personas. Al menos
deberíamos exigir ser consultados sobre qué estamos dispuestos a pagar por este
rescate a la banca. Pero al PP parece que no le interesa demasiado saber qué
piensa la gente. Prefiere escudarse en su mayoría absoluta para, sin pedir
opinión a la ciudadanía, socializar pérdidas y privatizar beneficios. Los de
las SICAV y los de algunos mafiosos que han esquilmado las arcas públicas.
MAFIAS
Aquí no nos privamos
de nada. Hasta la red mafiosa tejida por Gao Ping extendió sus tentáculos por
esta tierra que tantas oportunidades ofrece a los corruptos. Seguro que el amor
al arte llevó a Gao a fijarse en el IVAM regentado por Consuelo Císcar. Seguro
que fue el valor artístico lo que le llevó a montar exposiciones de Rablaci (Rafael
Blasco Císcar) en el país asiático. Seguro que al marido de Consuelo le pasaron
desapercibidas las posibilidades de negocio -por no decir de blanqueo- que le ofrecía
El emperador. Son conjeturas, pero
teniendo en cuenta la antigua admiración de Rafael Blasco por Mao no sería
extraño que entre tanto chino se sintiera como un nuevo mandarín. Pobres
gentes.
URBANO GARCÍA
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