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jueves, 18 de octubre de 2012

NECROSIS


En la primera fase el cadáver está rígido. Rigor mortis dicen los forenses. Poco a poco los órganos más blandos se van descomponiendo y el olor pútrido comienza a adueñarse del ambiente. En condiciones favorables, a los pocos días el cadáver es una masa putrefacta sólo reconocible por su esqueleto y su ADN. Algo parecido le pasa a la sociedad cuando los elementos se conjuran para ir matando su vida. Le ocurre también a algunas instituciones incapaces de combatir de forma eficaz la necrosis que las mata. El proceso de descomposición puede durar más o menos, pero el final siempre es el mismo. Muchos piensan que el actual sistema de representación política adolece de demasiados defectos. Que sufre una necrosis acelerada por su falta de adecuación a los tiempos. Le pasó al franquismo, le ocurre también a la democracia. Y no se trata de ponerle adjetivos, si no de que la democracia sea lo que realmente dice ser. Tal vez por eso hay tanta desafección de la política. Una de las principales causas es la falta de sensibilidad social por parte de los principales partidos políticos, convertidos en máquinas de ganar elecciones sin importar a qué precio.

IMPUTADOS
                Nada menos que diez hay en nuestro parlamento autonómico. Conforman ya el tercer grupo en les Corts Valencianes. Y todos provienen del mismo campo, del PP. Por algo será. Posiblemente la derecha valenciana haya sido la más afectada por el declive de las ideologías. Nunca tuvo otra que la de sumar intereses en contra del progreso de la sociedad en su conjunto, disfrazándola de protección a la libertad individual. Su liberalismo fue de boquilla. Por eso no medró hasta que tuvo poder y capacidad para corromper o ser corrompida, tanto monta. La única ideología que alcanzó suficiente grado de consenso como para ser bendecida por el PP valenciano fue la del máximo lucro privado. Y así nos va, con el país hecho unos zorros. El saqueo al que fuimos sometidos tuvo una vertiente legal. Sin ella hubieran sido imposibles muchos de los desmanes cometidos. Y hablo de la legislación sobre el suelo, pero también de los conciertos educativos, o del modelo sanitario. No hace falta citar la opacidad con la que el PP ha trufado toda su gestión, un instrumento del que se ha valido para tapar corruptelas y negar obviedades.
                Al contrario de lo que piensa y dice el Molt Honorable, no contar con imputados en la dirección del partido es condición necesaria pero no suficiente. Lo tiene claro Sonia Castedo, imputada por el caso Brugal y aún alcaldesa de Alicante. "Nunca me he planteado la posibilidad de dimitir del cargo al frente del Ayuntamiento”, dijo la edila tras renunciar al escaño de diputada. O sea que se va pero se queda. Y es que el sillón del Consistorio es demasiado goloso, y Sonia pretende encabezar la lista de su partido en las próximas municipales.
A medio irse o medio quedarse también está Blasco. El presunto Roger Rabbit, además de conseguir para su mujer una canonjía en el necrosado CVC, parece que acumula una buena pensión. ¿No es hora ya de jubilarse?

LA CALLE
                …Está que arde. La indignación sube enteros mientras el gobierno maniobra para ocultar el coste del próximo rescate a la banca. Pero no solo de ocultación y mentiras vive el PP. La represión es uno de sus instrumentos preferidos para acallar el malestar. Se vio en Valencia durante la primavera de 2011, y se ha visto en Madrid a finales del mes pasado. Con la excusa de un supuesto asalto al Congreso de los Diputados, miembros del gobierno y adláteres salieron en tromba como un coro de tertulianos cavernícolas para satanizar unas protestas que terminaron siendo protagonizadas por brutales cargas de la policía y numerosas detenciones. De la infamia pepera no se libró ni la Justicia. “Pijo ácrata”, así tildó el PP al juez Santiago Pedraz por dejar en libertad sin cargos a los detenidos –algunos preventivos- del 25S y señalar algunos de nuestros déficits democráticos y algunos de los males que aquejan la política en nuestro país.
                Eso que llamamos desafección también tiene que ver con el desgobierno. La semana patriótica que ahora acaba tuvo como preámbulo la negativa del grupo popular valenciano a dar su voto a los consejeros pactados con la oposición para administrar el futuro de Canal 9 tras su jibarización. Tuvieron que rectificar poniendo en ridículo su actuación. Una muestra más de que la barca del gobierno valenciano va a la deriva sin patrón, sin rumbo ni timón. Una necrosis.

URBANO GARCÍA

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