En la primera fase el
cadáver está rígido. Rigor mortis
dicen los forenses. Poco a poco los órganos más blandos se van descomponiendo y
el olor pútrido comienza a adueñarse del ambiente. En condiciones favorables, a
los pocos días el cadáver es una masa putrefacta sólo reconocible por su
esqueleto y su ADN. Algo parecido le pasa a la sociedad cuando los elementos se
conjuran para ir matando su vida. Le ocurre también a algunas instituciones
incapaces de combatir de forma eficaz la necrosis que las mata. El proceso de
descomposición puede durar más o menos, pero el final siempre es el mismo.
Muchos piensan que el actual sistema de representación política adolece de
demasiados defectos. Que sufre una necrosis acelerada por su falta de
adecuación a los tiempos. Le pasó al franquismo, le ocurre también a la
democracia. Y no se trata de ponerle adjetivos, si no de que la democracia sea
lo que realmente dice ser. Tal vez por eso hay tanta desafección de la política.
Una de las principales causas es la falta de sensibilidad social por parte de
los principales partidos políticos, convertidos en máquinas de ganar elecciones
sin importar a qué precio.
IMPUTADOS
Nada menos que diez hay en nuestro parlamento
autonómico. Conforman ya el tercer grupo en les Corts Valencianes.
Y todos provienen del mismo campo, del PP. Por algo será. Posiblemente la
derecha valenciana haya sido la más afectada por el declive de las ideologías.
Nunca tuvo otra que la de sumar intereses en contra del progreso de la sociedad
en su conjunto, disfrazándola de protección a la libertad individual. Su
liberalismo fue de boquilla. Por eso no medró hasta que tuvo poder y capacidad
para corromper o ser corrompida, tanto monta. La única ideología que alcanzó
suficiente grado de consenso como para ser bendecida por el PP valenciano fue
la del máximo lucro privado. Y así nos va, con el país hecho unos zorros. El
saqueo al que fuimos sometidos tuvo una vertiente legal. Sin ella hubieran sido
imposibles muchos de los desmanes cometidos. Y hablo de la legislación sobre el
suelo, pero también de los conciertos educativos, o del modelo sanitario. No
hace falta citar la opacidad con la que el PP ha trufado toda su gestión, un
instrumento del que se ha valido para tapar corruptelas y negar obviedades.
Al contrario de lo que piensa y dice el Molt Honorable, no contar con imputados en la dirección
del partido es condición necesaria pero no suficiente. Lo tiene claro Sonia
Castedo, imputada por el caso Brugal y aún alcaldesa de Alicante. "Nunca me he planteado la posibilidad de
dimitir del cargo al frente del
Ayuntamiento”, dijo la edila tras renunciar al escaño de diputada. O sea que se
va pero se queda. Y es que el sillón del Consistorio es demasiado goloso, y
Sonia pretende encabezar la lista de su partido en las próximas municipales.
A medio irse o
medio quedarse también está Blasco. El presunto Roger Rabbit, además de
conseguir para su mujer una canonjía en el necrosado CVC, parece que acumula
una buena pensión. ¿No es hora ya de jubilarse?
LA CALLE
…Está
que arde. La indignación sube enteros mientras el gobierno maniobra para
ocultar el coste del próximo rescate a la banca. Pero no solo de ocultación y
mentiras vive el PP. La represión es uno de sus instrumentos preferidos para
acallar el malestar. Se vio en Valencia durante la primavera de 2011, y se ha
visto en Madrid a finales del mes pasado. Con la excusa de un supuesto asalto
al Congreso de los Diputados, miembros del gobierno y adláteres salieron en
tromba como un coro de tertulianos cavernícolas para satanizar unas protestas
que terminaron siendo protagonizadas por brutales cargas de la policía y numerosas
detenciones. De la infamia pepera no
se libró ni la Justicia. “Pijo ácrata”, así tildó el PP al juez Santiago Pedraz
por dejar en libertad sin cargos a los detenidos –algunos preventivos- del 25S
y señalar algunos de nuestros déficits democráticos y algunos de los males que
aquejan la política en nuestro país.
Eso
que llamamos desafección también tiene que ver con el desgobierno. La semana
patriótica que ahora acaba tuvo como preámbulo la negativa del grupo popular
valenciano a dar su voto a los consejeros pactados con la oposición para
administrar el futuro de Canal 9 tras su jibarización.
Tuvieron que rectificar poniendo en ridículo su actuación. Una muestra más de
que la barca del gobierno valenciano va a la deriva sin patrón, sin rumbo ni
timón. Una necrosis.
URBANO GARCÍA
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