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lunes, 29 de octubre de 2012

SÍMBOLOS VISCERALES

    
Vivimos tiempos de vísceras. Tiempos viscerales, podríamos decir. Aunque no tanto como en épocas en que la visceralidad se dirimía a mamporrazos. En algo hemos evolucionado. Pues a pesar de eso, la casquería está al orden del día. No hay más que oír a algunos tertulianos amb molt poc trellat, como Mariló Montero en la tele pública, para percatarnos de toda la bazofia que con la excusa de hablar de vísceras nos meten en nuestro coco. “Yo no querría esos órganos. No está científicamente comprobado, pero nunca se sabe si ese alma está trasplantada también en ese órgano”, dijo Mariló tras alegrarse por la decisión de la Organización Nacional de Trasplantes de no usar, por motivos que nunca se hacen públicos, los órganos de Juan Carlos Alfaro, autor de la tragedia de El Salobral (Albacete). La visceralidad de Mariló se convierte así en coartada para su ignorancia.
Vísceras como símbolos de nuestro tiempo. Y viscerales suelen ser las apelaciones a algunos símbolos, ahora y siempre. Patria, bandera, himno,… a menudo llevan consigo un toque a eso que llamamos corazón. Tras el llamamiento exacerbado a los sentimientos, con frecuencia viene el fanatismo, la exclusión y la bronca. Nada nuevo. Del tema sabemos mucho los valencianos. Durante la Transición, nuestros sentimientos fueron manipulados con espurios fines políticos. Una maniobra dirigida por una derecha que, tras la muerte del dictador, dominaba muchas instituciones y usó la visceralidad para combatir a la izquierda hegemónica. Lecciones de la historia. Suele ocurrir que cuando la derecha barrunta problemas se inviste de patriota para concitar adhesiones. Funciona si no se está prevenido. Ahora, un PP valenciano en apuros quiere tapar sus vergüenzas apelando al patriotismo. A estas alturas, muy pocos caen en la trampa.

PATRIOTISMO
                De poco sirve apelar a los símbolos cuando la caja está vacía. Ya se encargaron los falsos patriotas de malbaratar los caudales. La Generalitat está en bancarrota tras años de excesos. “No entiendo cómo después de la bacanal queda algo de dinero para pagar a los funcionarios cada mes”, decía el periodista Xavier Latorre en un artículo reciente. Milagro es que no se oigan en la calle más voces de protesta por la incapacidad del Consell para solucionar los problemas, creados en gran parte por los mismos que siguen gobernando. Nuestra economía está en estado de coma. El tejido industrial desmantelado. El campo sembrado de urbanizaciones inacabadas. Uno de cada cuatro valencianos/as en el paro. Una de las tasas más altas de toda la Unión Europea. Y sigue creciendo. Nuestra financiación es una las peores del Estado. Y eso que según el PP, con Rajoy en la Moncloa mejoraría. Pues vamos a peor. Tan solo hay que echar una mirada a los Presupuestos Generales. A la injusticia, el Consell suma ahora el ridículo al ser rechazadas sus enmiendas por el fuego amigo del mismo partido que lo sustenta, el PP. Del recorte no se salva ni el eje mediterráneo, al que el gobierno de Rajoy da un golpe de gracia al desviar las inversiones hacia el eje central. Elección puramente ideológica. ¿Y qué decir de las entidades financieras? Extinguidas tras enladrillar el país. Eso sí, dejando un reguero de cadáveres.
               
DRAMAS
                Tenía que pasar y pasó. Es lógico, la cuerda está demasiado tensa. La gente sufre y algunos llevados por su desesperación cruzan la frontera de lo irreversible. Ocurrió en Granada. Volvió a ocurrir en Burjassot con final menos trágico. Ocurre en otros sitios, pero no se dice o no queremos oírlo. La crisis mata, literalmente. Ya no es sólo un grito en una pancarta del 15M. Esa cruel realidad está llamando a nuestra puerta. No vivimos en un estado fallido. No somos Grecia ni Túnez, aunque algunos con sus políticas estén empeñados en que lo seamos a velocidad de crucero. Hasta ahora, nadie desde el poder –ejecutivo, legislativo o judicial- ha hecho caso a las voces que claman contra los desahucios. Las voces de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, de los partidos que piden la dación en pago, incluso la Iniciativa Legislativa Popular siguen siendo ninguneadas por quienes tienen responsabilidades de gobierno.     
Los mismos bancos que inflaron la burbuja inmobiliaria con créditos baratos para todo el mundo, aplican una ley de 1909 para desahuciar a quienes no pueden hacer frente a su hipoteca. Incluso aquellos bancos que se han salvado del naufragio gracias a la inyección de dinero público aplican la ley con frialdad de usurero. No tienen escrúpulos para dejar sin techo a la gente. No es justo, ni aquí ni en Constantinopla. ¿Es que el gobierno no piensa hacer nada para frenar esta barbarie? ¿Es que el Consell no tiene nada que decir ante la extensión de estos dramas?
URBANO GARCÍA
urbanogarciaperez@gmail.com

FOTO: Urbano García 

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