Con ese grito celebraron los miembros de la
Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), presentes en la tribuna de
invitados al Pleno del Congreso, el que la Cámara tomara en consideración
debatir la Iniciativa Legislativa Popular para cambiar la vigente ley
hipotecaria. No era para menos. Detrás de la ILP hay casi millón y medio de
firmas. También mucho sufrimiento. Tanto que en demasiadas ocasiones ha llevado
al suicidio, seguro que más veces de las que se dicen. Probablemente los
últimos suicidios llevaron al PP a reconsiderar su inicial negativa a tramitar
la ILP. Votar NO hubiera sido un nuevo corte de mangas a la ciudadanía. Otro
escándalo más en el nada empático proceder del PP. Una muestra del mezquino comportamiento
de una derecha insensible al sufrimiento de los demás. Pero corregir es de
sabios, y a pesar de las reiteradas negativas de sus dirigentes, al final se
impuso de forma unánime el voto favorable, salvo el despiste de un diputado. Esa
corrección de rumbo de última hora no evitó que el presidente del Congreso,
Jesús Posada, ordenase de malas maneras la expulsión de los miembros de la PAH
por gritar: “sí, se puede”.
A
mi me gusta más una expresión menos impersonal. Prefiero el Yes, we can de Obama, o nuestro “Sí, podemos” que tanta energía y autoestima genera. Pero
no es lo mismo. Reconozco que el “sí, se puede” rompe con el determinismo de la
maldición. Con cargar sobre los más desprotegidos esta estafa llamada crisis de
la que no son responsables. No es cierto que no haya alternativas. Es mentira que la única salida
sea la que propone el PP y la troika. Es más, esas supuestas salidas son el
camino más corto al matadero, como estamos viendo.
EMPATÍA
Si
Goya viviera hoy pintaría otros desastres causados por otras guerras. Tal vez
dibujaría a esa mujer de Almassora (Castellón) que hace unos días se prendió fuego
a lo bonzo ante el cajero automático de una sucursal bancaria. O a esa madre y
esposa de un trabajador de TVV encadenada a la verja de la empresa de la que
han sido vilmente despedidos casi un millar de profesionales. O tal vez inmortalizaría
a esa familia que en compañía de su hija parapléjica se manifestó por las
calles de Valencia en protesta por los recortes en sanidad y en las ayudas del
Consell. Se desahucia de la casa, del trabajo,…de la vida, con la impunidad de
las tiranías. Hasta los sueños nos quieren robar.
“A
toda esa gente en este país que ha perdido sus casas, sus ilusiones, sus
esperanzas, su futuro, incluso sus vidas por culpa de un sistema quebrado,
injusto, obsoleto que permite robar a los pobres para dárselo a los ricos, como
dijo en su última película el gran Costa Gavras”, a ellas y ellos dedicó Maribel
Verdú el premio que recibió por su interpretación de la madrastra en Blancanieves. Fue en una gala de los
Goya que reivindicó el cine, la alegría y la vida. También mostraron su empatía
con los que más sufren Candela Peña, Javier Bardem, Rosana Pastor, Eva Hache…
PODEMOS
Este
estado de cosas se puede cambiar. ¡Sí, podemos! No es fácil, todo hay que
decirlo. Una de las peores consecuencias del actual sufrimiento social es que lo
somaticen y lo asuman con culpabilidad los más débiles, quienes tienen menos
recursos, y no sólo económicos. Bien lo saben quienes todos los días intentan
frenar desahucios como Ada Colau, presidenta de la PAH, cuya presencia en sede
parlamentaria dejó al aire los déficits democráticos que planean sobre la
institución en la que reside la soberanía popular. Cuando el 15M movilizó a la
gente para frenar los desahucios, la estafa llamada crisis aún no había roto
tantas esperanzas. Ahora, el panorama es desolador. Con seis millones de
personas en el paro, no sirve cualquier terapia. Una buena amiga psicóloga,
ligada al 15M desde su irrupción en la escena ciudadana, me lo decía. Hay que
ayudar a la gente a salir del pozo depresivo en el que se encuentra. Está bien
buscar soluciones colectivas, pero también es necesario procurar cura a las
heridas individuales. Hacen falta bálsamos para tanto sufrimiento. Recientes
estudios en el campo de la neurociencia han demostrado que el cerebro produce
más endorfinas, y por tanto más bienestar, cuando la solidaridad se impone al
egoísmo, cuando la colaboración sustituye a la competencia. Ese es uno de los
pilares de la Economía del Bien Común de los que habló Christian Felber, el
martes 19, en La Nau, en los debates
de Claustre Obert, organizados por El
País y la Universitat de València. Saber
que no estamos solos, que nos escuchan, es empezar a poder. Primero gritar: sí,
se puede. Luego seguir con un: sí, podemos.
URBANO GARCIA
FOTO: Urbano García
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