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domingo, 7 de abril de 2013

SÍ, SE PUEDE

Con ese grito celebraron los miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), presentes en la tribuna de invitados al Pleno del Congreso, el que la Cámara tomara en consideración debatir la Iniciativa Legislativa Popular para cambiar la vigente ley hipotecaria. No era para menos. Detrás de la ILP hay casi millón y medio de firmas. También mucho sufrimiento. Tanto que en demasiadas ocasiones ha llevado al suicidio, seguro que más veces de las que se dicen. Probablemente los últimos suicidios llevaron al PP a reconsiderar su inicial negativa a tramitar la ILP. Votar NO hubiera sido un nuevo corte de mangas a la ciudadanía. Otro escándalo más en el nada empático proceder del PP. Una muestra del mezquino comportamiento de una derecha insensible al sufrimiento de los demás. Pero corregir es de sabios, y a pesar de las reiteradas negativas de sus dirigentes, al final se impuso de forma unánime el voto favorable, salvo el despiste de un diputado. Esa corrección de rumbo de última hora no evitó que el presidente del Congreso, Jesús Posada, ordenase de malas maneras la expulsión de los miembros de la PAH por gritar: “sí, se puede”.
            A mi me gusta más una expresión menos impersonal. Prefiero el Yes, we can de Obama, o nuestro “Sí, podemos” que tanta energía y autoestima genera. Pero no es lo mismo. Reconozco que el “sí, se puede” rompe con el determinismo de la maldición. Con cargar sobre los más desprotegidos esta estafa llamada crisis de la que no son responsables. No es cierto que no haya  alternativas. Es mentira que la única salida sea la que propone el PP y la troika. Es más, esas supuestas salidas son el camino más corto al matadero, como estamos viendo.

EMPATÍA
            Si Goya viviera hoy pintaría otros desastres causados por otras guerras. Tal vez dibujaría a esa mujer de Almassora (Castellón) que hace unos días se prendió fuego a lo bonzo ante el cajero automático de una sucursal bancaria. O a esa madre y esposa de un trabajador de TVV encadenada a la verja de la empresa de la que han sido vilmente despedidos casi un millar de profesionales. O tal vez inmortalizaría a esa familia que en compañía de su hija parapléjica se manifestó por las calles de Valencia en protesta por los recortes en sanidad y en las ayudas del Consell. Se desahucia de la casa, del trabajo,…de la vida, con la impunidad de las tiranías. Hasta los sueños nos quieren robar.   
            “A toda esa gente en este país que ha perdido sus casas, sus ilusiones, sus esperanzas, su futuro, incluso sus vidas por culpa de un sistema quebrado, injusto, obsoleto que permite robar a los pobres para dárselo a los ricos, como dijo en su última película el gran Costa Gavras”, a ellas y ellos dedicó Maribel Verdú el premio que recibió por su interpretación de la madrastra en Blancanieves. Fue en una gala de los Goya que reivindicó el cine, la alegría y la vida. También mostraron su empatía con los que más sufren Candela Peña, Javier Bardem, Rosana Pastor, Eva Hache…

PODEMOS
            Este estado de cosas se puede cambiar. ¡Sí, podemos! No es fácil, todo hay que decirlo. Una de las peores consecuencias del actual sufrimiento social es que lo somaticen y lo asuman con culpabilidad los más débiles, quienes tienen menos recursos, y no sólo económicos. Bien lo saben quienes todos los días intentan frenar desahucios como Ada Colau, presidenta de la PAH, cuya presencia en sede parlamentaria dejó al aire los déficits democráticos que planean sobre la institución en la que reside la soberanía popular. Cuando el 15M movilizó a la gente para frenar los desahucios, la estafa llamada crisis aún no había roto tantas esperanzas. Ahora, el panorama es desolador. Con seis millones de personas en el paro, no sirve cualquier terapia. Una buena amiga psicóloga, ligada al 15M desde su irrupción en la escena ciudadana, me lo decía. Hay que ayudar a la gente a salir del pozo depresivo en el que se encuentra. Está bien buscar soluciones colectivas, pero también es necesario procurar cura a las heridas individuales. Hacen falta bálsamos para tanto sufrimiento. Recientes estudios en el campo de la neurociencia han demostrado que el cerebro produce más endorfinas, y por tanto más bienestar, cuando la solidaridad se impone al egoísmo, cuando la colaboración sustituye a la competencia. Ese es uno de los pilares de la Economía del Bien Común de los que habló Christian Felber, el martes 19, en La Nau, en los debates de Claustre Obert, organizados por El País y la Universitat de València. Saber que no estamos solos, que nos escuchan, es empezar a poder. Primero gritar: sí, se puede. Luego seguir con un: sí, podemos.
URBANO GARCIA

FOTO: Urbano García

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