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martes, 9 de abril de 2013

ESCRACHES

Hay palabras que irrumpen en el léxico popular como elefante en cacharrería. Y no por su verdadero significado, más bien por el contenido semántico que le atribuyen quienes tienen la sartén por el mango y el mango también. Vamos, por quienes están habituados a adueñarse de todo, incluso del lenguaje. Es lo que pasa con los escraches, esas acciones que como cívicos cobradores del frac sacan los colores a quienes legislan contra la voluntad de una gran parte de la ciudadanía. Los escraches se hicieron populares en la Argentina post dictadura, en su transición a la democracia, cuando muchos lobos quisieron pasar por corderos para blanquear sus crímenes. Entonces, en Argentina, las madres de la Plaza de Mayo, entre otras, no permitieron ni la impunidad ni el olvido. Ahora, en la España lacerada por la crisis, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) ha vuelto a poner de actualidad esta forma de denuncia pública. Aquí, en tierras valencianas, sabemos distinguir estos escraches de los violentos que practicó la derecha regional con bombas en librerías y a intelectuales como Joan Fuster. O cuando Paquita Reventaplenaris acosaba con violencia populista las instituciones democráticas. Nadie tiene que enseñarnos cómo son los escraches violentos.
            Los escraches de la PAH hacen ruido, cierto. Pero tal vez esa sea la única forma de despertar a una sociedad adormecida por los cantos de sirena de unas glorias que nunca lo fueron. Dicen las encuestas –y en esto como en tantas otras cosas suelen equivocarse- que los escraches de la PAH le restan popularidad a su causa. Es posible. Sobran voces desde la caverna política y mediática que claman contra una práctica demasiado próxima a la intimidación. Y como bien sabemos sólo intimida el que puede, o sea el poderoso. Así que habrá que poner imaginación para que una buena causa no se dilapide por la controvertida forma de defenderla. Los cobradores del frac ya anduvieron esa senda, la imaginativa y la judicial. En ambas lograron importantes avances. Es cuestión de aprender de errores pasados y ajenos.

DELEGACIÓN
            Y parece que así lo han hecho. En los últimos escraches prima la guasa y la complicidad con el vecindario. Es la mejor forma de ganar apoyos para la causa. Hasta con charangas visitan los barrios de algunos diputados. Así se quitan argumentos a quienes ya no tienen excusas para sus negativas. Porque de eso se trata, de quitar argumentos a quienes se oponen a que la deuda termine cuando el banco se queda con el piso hipotecado. Por lo visto, algunos prefieren que además de quedarse sin casa, los hipotecados se queden sin futuro. El gobierno se ha manifestado de forma reiterada contra la dación en pago. Pero la última palabra la tienen las y los diputados, es decir los elegidos por el pueblo para representarlos. El problema es que en nuestro país el gobierno decide, el partido que lo apoya acata y sus diputados hacen lo que dicen partido y gobierno. Es decir, su voto es delegado, pero no por los votantes que le dan la legitimidad, si no por el partido que lo pone en la lista de elegible. No parece muy democrático que digamos.
            No sé si cuando salgan publicadas estas líneas el Congreso habrá votado ya la reforma de la ley hipotecaria. Todo apunta a que la mayoría del PP no aceptará ninguna de las propuestas contenidas en la Iniciativa Legislativa Popular que han apoyado millón y medio de ciudadanos. Será, por tanto, una nueva burla a la soberanía popular.     
           
OS LUSIADAS
            Claro que no somos Portugal ni Chipre ni Grecia, señor Pons. Somos quien somos, como decía el poeta. Tampoco Camoens escribiría hoy la epopeya del pueblo luso en octavas reales. La monarquía que queda en Iberia vive horas bajas hasta en la rima. Nuestros vecinos los portugueses se sacudieron su dictadura con una revolución de claveles plantados en sus fusiles. Aquel abril del 74, las calles de Lisboa se llenaron de fados, mientras sus vecinos –o sea nosotros- albergábamos la ilusión de un final parecido para nuestra dictadura. Ni entonces ni ahora somos Portugal, señor Pons. Pero nos parecemos más de lo que a usted le gustaría. Nos parecemos en las medidas que aplican los gobiernos conservadores de ambos países, las mismas que dicta la troika: austeridad y recortes. Pero no somos Portugal. Tan cerca y tan lejos. Allí, el Tribunal Constitucional ha dictaminado la ilegalidad de quitar la paga extraordinaria a funcionarios y pensionistas y rebajar prestaciones. Aquí, el Tribunal Constitucional demora sus resoluciones más allá de lo sensato, cuando sus dictámenes ya no resuelven nada. Aquí, el PP hace todos los días escrache a la democracia.   
NOTA: La muerte de Sampedro aumenta nuestra orfandad en estos tiempos de zozobra y desconsuelo. Descanse en paz.
URBANO GARCIA

FOTO: Urbano Garcia

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