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viernes, 1 de noviembre de 2013

DESFILES PATRIÓTICOS



Era el desfile más esperado -una década ha tardado en producirse-, y su impacto mediático no ha defraudado. Otra cosa será lo que al final dicte la Justicia. Ya sabemos que su ceguera, a veces, es algo más que un símbolo. Esa falta de visión, o mejor dicho esa vista para juzgar según quién y cómo, es lo que más la desacredita a ojos de la ciudadanía. Que el cacique de Castellón, hijo, nieto y biznieto de caciques, se siente en el banquillo no es asunto baladí, sea cual sea la sentencia. Supone sentar en el banquillo una forma de hacer política que ha socavado los cimientos de la Política –así con mayúsculas- que tanto costó reinstaurar tras la muerte del dictador. ¿Es el fin de una dinastía? Posiblemente, no. Ya se ha encargado el propio Carlos Fabra de perpetuar el linaje. Como sus antepasados, él también ha velado por sus herederos. Y ahí está su hija, Andrea, tomando el relevo político del padre. Claro que Don Carlos no se ha valido de los resortes de aquel régimen de la Restauración que tanto hizo por el caciquismo del siglo XIX y XX. No, ahora estamos en otra onda. Ahora quién mejor representa ese espíritu es el Partido Popular. Y no sólo en el caso de Carlos Fabra. Ahí está el gallego José Luis Baltar –por cierto, también con problemas judiciales- para confirmar una regla cuya generalización puede parecer exagerada, además de injusta.
            Volvamos a Don Carlos. Tras el empujón a su hija, Andrea, ésta ha demostrado con creces que se vale sola. Su matrimonio con el ex Consejero de Sanidad de Esperanza Aguirre, Juan José Güemes, la puso en la cresta de la ola. Si su marido impulsó la privatización de la sanidad pública madrileña más allá de la prudencia, Andrea se destapó un día con un “¡Qué se jodan!” -dedicado a las personas sin trabajo- que llegó a los últimos confines del planeta internet. Lo de Güemes aún da que hablar. Primero por su efímero paso por una de las empresas beneficiadas por su ola privatizadora. Una desvergüenza digna de figurar en los anales del saqueo. Ahora, por la sentencia contra las privatizaciones de la sanidad madrileña iniciadas por él.
            A Don Carlos, como a Al Capone, la justicia le tiene encausado por un problema accidental. El trato a favor a su empresa de fertilizantes podría ser tan solo la punta de un iceberg de corrupción cuyos detalles no alcanzamos ni siquiera a imaginar. En la web de Rokambole le están sacando punta a este filón informativo.

EL PENDÓN
            En la semana de las exaltaciones patrióticas, hay que sacar a pasear los pendones. Todos son de conquista. Uno, la oriflama guardada en el Ayuntamiento, recuerda aquel 9 de octubre de 1238 en que las tropas catalano-aragonesas del rey Jaume I entraron en la ciudad de Balansiya, hoy Valencia, negociando la entrega de la medina y su hinterland, y enviando al exilio a su rey Zayyan ibn Mardanish. Los conquistadores impusieron su lengua y sus costumbres, nada distinto a lo que hace cualquier potencia dominante. En fechas tan dadas a la tergiversación, bien está ojear La Valencia musulmana que Vicente Coscollá publicó hace una década. Claro que sobre la realidad histórica se ha ido superponiendo un espeso manto ideológico que dificulta distinguir el grano de la paja. En medio de la procesión cívica, Rita impuso un tedeum a modo de filtro de pureza ideológica que ahora nos quiere vender como parte de la tradición. ¡No señora!, el tedeum es un invento suyo que nada tiene que ver con una celebración ciudadana. Posiblemente, tras su derrota en las urnas, al tedeum le ocurra lo mismo que a algunas de las costumbres sarracenas, que quede relegado al rincón de los recuerdos de un nacionalcatolicismo que gobernó Valencia durante dos décadas de ignominia.

LA FINANCIACIÓN
            Por encima de tradiciones más o menos consolidadas, está la realidad del día a día. Lo cierto es que la ciudadanía valenciana, del Sénia al Segura, recibe del Estado menos por habitante que el resto. Una financiación deficiente que, unida al despilfarro, nos sitúan al borde del abismo. Con las arcas públicas limpias como una patena y una deuda acumulada de millones de euros, somos rehenes de unos gestores que han dilapidado nuestro patrimonio. Mientras nos endeudaban con trampantojos arquitectónicos y ruinosos eventos, desmantelaban nuestro tejido industrial. Ahora estamos sin defensas para recuperarnos de la crisis. Así es como entienden estos patriotas de pacotilla velar por los intereses de la mayoría. Tardan en irse.

 URBANO GARCIA
urbanogarciaperez@gmail.com

IMAGEN: Entrada de Jaume I a València. Mural de Salses. 

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