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viernes, 1 de noviembre de 2013

EUROPA S.A.

¿Qué queda de aquella Europa de los ciudadanos de la que tanto se hablaba en los 90’? Nada. La eurozona se ha convertido en un paraíso para el capital financiero. Nunca fue otra cosa. La crisis ha acentuado su sesgo neoliberal. La troika –el FMI y sus otras dos patas europeas- piensa más en los mercados que en las personas. Por eso no extraña que la ciudadanía responda con la indiferencia, cuando no con el escepticismo. En ese caldo de cultivo crece la extrema derecha. Hace un par de semanas, Le Nouvel Observateur publicó un sondeo que daba al Frente Nacional de Marine Le Pen la mayor intención de voto de su historia, superando a la derecha republicana. Sarkozy allanó el camino a una derecha extrema que ahora está eufórica. Francia no es una excepción. Ocurre en gran parte de los países de la Unión, especialmente en los más castigados por las políticas de austeridad. Se vio en Grecia, hasta que un desacreditado Antonis Samarás ha tenido que pararle los pies a un Amanecer Dorado con licencia para matar. Este resurgir de la intolerancia no es nuevo. No hay más que repasar la historia europea del siglo XX, y ver cómo respondieron a las crisis algunas de sus élites dirigentes, dando alas al fascismo y levantando muros de insolidaridad y proteccionismo.       

FRONTERAS
            Desde un punto de vista no eurocéntrico, el Viejo Continente tan solo es una península periférica del inmenso continente euroasiático. Apenas un divertículo en la geografía terrestre, pero que concentra una parte importante de la riqueza mundial. Sus principales zonas fronterizas están al este y al sur. La meridional tiene un pequeño brazo de mar como único obstáculo. Tal vez por eso, los muros que ha levantado la Unión Europea están hechos especialmente con leyes. Valgan de ejemplo los acuerdos de Schengen vigentes desde 1995. Esos muros legales no son contención suficiente para evitar que la desesperación los sobrepase. De eso huyen los que buscan en tierras europeas su tabla de salvación. Algunos, demasiados, lo único que encuentran es la muerte en su viaje al paraíso. Estos días, la conciencia de la etérea ciudadanía europea está siendo lacerada con las imágenes de cientos de inmigrantes ahogados a las puertas del Edén. “No podemos esperar a Europa”, dice el primer ministro italiano, Enrico Letta, sacudido también por la continúa repetición de la tragedia y de su imagen en aguas de la isla de Lampedusa. Y es que Europa, aparte de ponerles medallas cuando están muertos, no sabe qué hacer con los inmigrantes. O los encierra transitoriamente en centros de internamiento que recuerdan infiernos que creíamos superados, o los deja morir en medio del Mare Nostrum. También en la política migratoria, la Unión muestra su casi total inoperancia. Incapaz de articular un sistema de acogida, deja en manos de los países el control de sus fronteras. Responsabilidad que supera a los del sur.        
           
SUELDOS
            Sostiene la Unión que las fronteras entre los países europeos ya no existen. Falso. Los ciudadanos no gozan de la libertad de movimientos de los capitales, ni siquiera para ir a trabajar. Casi 30 millones de personas sin empleo certifican el fracaso de la Unión como motor económico. Su única receta: bajar los costes laborales. A ello se aplica el gobierno de Rajoy, aunque como de costumbre nos mienta. “Los salarios no están bajando, están moderando su crecimiento”, dice Montoro. Dice lo que dice a ver si cuela. ¡Pues no! No cuela. “Es amarga la verdad”, dice el poeta. Ahí están los datos: los salarios han disminuido en nuestro país más del 10%. Eso y el alto índice de paro explican que el consumo de las familias se haya desplomado. Hace tiempo que Cáritas lo lleva denunciando. La crisis y las recetas de austeridad para salir de ella que se están aplicando, aumentan las desigualdades sociales. Hoy, hay más pobres y los ricos lo son más. Cambiar el país y cambiar Europa, ese es el reto. Un cambio para limpiar la política, empezando por la de aquí. Hacienda ha ratificado la investigación policial que ve claros indicios de financiación ilegal en el PP valenciano en tiempo electoral. Un comportamiento delictivo que, a buen seguro, tendrá consecuencias en los tribunales y en las urnas. La Gürtel aún tiene cuerda para rato. “Vergonya cavallers, vergonya!”, que cantaba Al Tall. 

URBANO GARCIA

FOTO: Telecinco.es

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