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martes, 30 de junio de 2020

CONSENSOS


En apenas unos días, todo pareció cambiar. Hay tantas ganas de que ocurra, que, con frecuencia, confundimos deseos con realidad. Pero sí, hubo síntomas, indicios, señales de humo en la lejanía. La convocatoria electoral en Galicia y en el País Vasco amansó a las fieras. No son sólo percepciones. Los primeros en dar el paso fueron sindicatos, patronal y gobierno prolongando los ERTE. Delante y detrás de los consensos siempre hay estrategias y declaraciones… Las hubo hasta en los mitificados Pactos de la Moncloa, y eso que en 1977 todo el mundo sabía de donde veníamos. Ahora también, pero se disimula más. La patronal reunió su cónclave para poner altavoces a la polifonía empresarial. “No desmontar lo que está funcionando”, dijo Pablo Isla de Inditex en referencia a la mal llamada reforma laboral del PP, aún vigente. “No introducir rigideces”, “más seguridad fiscal”, “no subir impuestos”, o “la economía española debe ser más competitiva”. ¿Les suena? Son algunas de las recetas de la CEOE. El discurso hegemónico del empresariado. Eso sí, hubo un llamamiento general al consenso. No parece mala idea con la que está cayendo desde la diestra siniestra. Pero la derecha, la de aquí y la europea, está en otra cosa. Los posicionamientos respecto al nombramiento de Nadia Calviño lo dejan claro. Casado dice sí con la boca chica a Nadia. Pero el Grupo Popular en el Europarlamento tiene otro candidato, y en Bruselas, el PP de Casado pinta poco. Eso sí, para dar pasta, aquí y allí, la derecha pone condiciones. Nada de dar cheques en blanco para salvar personas. A la derecha no le gustan esas zarandajas.    

SINDICATOS
               Los dirigentes sindicales saben que tienen un aliado a tiempo parcial en el gobierno de coalición, pero van con tiento. No es la primera vez que fuego amigo les ha pillado fuera de las trincheras. Guardan sus fuerzas para oponerse a falsas salidas como las de 2008. Aquel desastre financiero cayó casi exclusivamente sobre las espaldas de los currantes. El rescate de la Banca, sin contraprestaciones y con dinero público, dejó el paisaje lleno de cadáveres proletarios. Y los responsables del latrocinio salieron de rositas. Los sindicatos lo recuerdan con declaraciones y en la calle. Y es que la pandemia también afecta a unas clases más que a otras.    
Poner al ralentí la actividad social ha dado algunos beneficios. Frenó el exponencial aumento del contagio vírico y mejoró la calidad del aire. Esto último duró poco. Con la vuelta a la antigua anormalidad han aparecido repuntes y ha vuelto la contaminación. La economía regresa donde estaba, pero renqueante y quejumbrosa. Algunos cambios llegaron para quedarse. El teletrabajo, por ejemplo. Habrá que luchar para impedir que empresarios con pocos escrúpulos resuciten fórmulas laborales del siglo XIX. Y habrá que mejorar y abaratar la red informática, una de las más caras de la Unión Europea. En eso también tienen mucho que decir los sindicatos. Y en reducir la precariedad y el trabajo temporal, fuentes de importantes plusvalías. La tercera revolución industrial está en marcha, habrá que hacer todo lo posible para no perder el tren como en las otras dos anteriores. El Ingreso Mínimo Vital era necesario, pero insuficiente. Hacen falta más medidas.              

MAREA VERDE
               Temerosos ante la pandemia vírica, nos olvidamos con frecuencia de otras emergencias menos inmediatas, aunque no menos urgentes. Pienso en la crisis climática y sus desastrosas consecuencias. Hace poco supimos que una parte importante del permafrost siberiano se había descongelado. Eso ha liberado gran cantidad de metano a la atmósfera, incrementando el efecto invernadero. La espiral del cambio climático va camino de incrementarse exponencialmente, como si fuera la Covid-19. Y no hay suficientes UCI para atender una crisis ambiental planetaria de la magnitud de la que se avecina. El Sars-Cov-2 podría ser el aperitivo.
               En Francia parece que lo han tenido claro. El voto verde ha sido fundamental para frenar a la extrema derecha. Con la popularidad de Macron a la baja y una izquierda desorientada, el ecologista es el único voto que parece tener un proyecto de futuro para Francia y para Europa. El inquilino del Elíseo se ha percatado enseguida. Le ha faltado tiempo para convocar unos “estados generales verdes”. En lenguaje del republicano, un grupo de ciudadanos elegidos por sorteo que darán diagnóstico y aportarán soluciones. ¿Y los expertos?
               Aquí, EQUO, el partido que fundó López de Uralde en 2011, lleva años intentado aglutinar el voto verde. Ante el fracaso de tan ardua misión, los ecologistas hispanos han vuelto a la antigua táctica del contagio. Con mayor o menor suerte, lo hacen en Compromís, en IU y en Podemos. Y ahora en el gobierno de coalición de Pedro Sánchez. Una parte importante de la reconstrucción debería llevar su sello. ¿Hay consenso?              
URBANO GARCIA
Imagen: Concentración sindical ante las Cortes Valencianas. EDUARDO RIPOLL

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