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viernes, 4 de mayo de 2018

MAYO DE TODAS LAS REVOLUCIONES

En mayo de 2011, mientras Cifuentes era pillada in fraganti por su cleptomanía compulsiva y desbocada, las calles y plazas de muchas ciudades bullían de efervescencia revolucionaria. Con la primavera de aquel año estalló el 15M. Antes hubo otro Mayo famoso. Fue el del 68, ahora hace medio siglo. Entonces y ahora, seguimos buscando la utopía detrás de la esquina. Medio siglo es mucho tiempo como para no dejar huella. Estos días, conmemoramos aquí la fundación de CCOO, y en Francia rememoran aquel mayo del 68 que puso a la V República al borde del abismo. Los galos lo celebran comme il faut, levantándose contra los planes neo liberales de Macron. Con las universidades cerradas y algunas grandes empresas públicas paradas parcial e intermitentemente.    Antes de sus palmaditas y cotilleos con el inquilino de la Casa Blanca, Macron enseñó la hoja de ruta de su “reforma”: recortar funcionarios, privatizar empresas públicas y subir la edad de jubilación. Nada que nos resulte extraño. Rajoy lleva años aplicando las mismas recetas y los resultados a la vista están. Figuramos a la cola de Europa en inversión por habitante y a la cabeza en paro. Mientras la desigualdad crece de forma galopante, los beneficios de las grandes empresas del IBEX 35 se disparan en Bolsa y aumentan un 18%. Los salarios apenas salen de su estado de hibernación y en 2017 sólo subieron un 1,3%, muy lejos del 3% que lo hizo el IPC. Desde 2011, este diferencial entre salarios y coste de la vida ha sido negativo para las rentas del trabajo, devaluando la actividad laboral frente a los beneficios empresariales. Factor fundamental para explicar el perverso crecimiento de la desigualdad. En las plazas del 15M se decía: “No es una crisis, es una estafa”. Si estafa fue la gestión de la crisis, no menos estafa es la salida que le da el PP.        

#CUÉNTALO 
                  En los jardines de la Moncloa le crecen los enanos a Rajoy. Por si era poco con la sentencia a “la manada”, el voto particular del juez Ricardo González con su declaración de inocencia para los 5 energúmenos, ha indignado más. El ministro Catalá, llevado por una concepción un tanto arcaica de la división de poderes, osó apuntar a posibles “problemas que todo el mundo sabe”, para cuestionar la salud (¿mental?) del magistrado y de paso meter el dedo en el ojo del Consejo General del Poder Judicial. La respuesta corporativa de todo el gremio fue inmediata: “Catalá debe dimitir”. Sólo Margarita Robles, en un primer momento, dio pábulo al Ministro, para apuntar a la falta de mecanismos que vigilen y alerten sobre la salud (¿mental?) de los magistrados. Desde que el jueves 26 de abril se conoció la sentencia, las protestas no han cesado. El espíritu del 8 de marzo volvió a las calles. La indignación de ahora es por una sentencia vista como un nuevo oprobio. Nadie cuestiona la competencia judicial de los otros dos magistrados. Sin embargo, su detallada descripción de los hechos sólo les llevó a calificar como abusos lo que para el resto era una brutal agresión sexual. Ahora vendrán los recursos. En la última reforma del Código Penal se quiso regular mejor los delitos sexuales, el PP se opuso. Al partido de Rajoy sólo le interesa restringir la libertad de expresión. La ley siguió siendo ambigua. Y los jueces –a los que el gobierno Rajoy no ha destinado ni un euro para su formación en delitos de género- la aplican con la elevada ambigüedad con la que está redactada. Ahora, ante el escándalo, todos los partidos ven urgente reformar el Código Penal. Aquí, la concejala de COMPROMÍS, Isabel Lozano, ha sido la primera en reivindicar la campaña #Cuéntalo, la versión del #MeToo que sacude con fuerza la adormecida opinión pública. 

PENSIONES 
                  Las urgencias de hoy del PP, son sus dilaciones de ayer. No sólo a la hora de abordar el Código Penal, con las pensiones también anda a trompicones. Mujeres y jubilados amenazan su hegemonía en las urnas. Poderoso caballero en democracia, el voto es mucho, pero no lo es todo. Donde no había dinero, ahora, tras el acuerdo con el PNV, sí que lo hay. Saldrá de la llamada tasa Google, un nuevo impuesto a las empresas tecnológicas. Esas que suelen incumplir sus obligaciones fiscales con los países en los que se alojan. El acuerdo PP-PNV tan sólo es una moratoria, pero los aparatos de propaganda del gobierno Rajoy, con RTVE a la cabeza, lo venderán como bálsamo de Fierabrás. El PNV no sabía cómo zafarse de su compromiso con los catalanes. Con las pensiones, el PNV ha encontrado con qué lavarse la cara y seguir manteniendo a Rajoy en la Moncloa. Pero parece que a mujeres y a jubilados ya no les hace ninguna gracia este tipo de bromas. 
URBANO GARCIA


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