Hay ausencias que denotan
más que estar presentes. Le pasó al ministro Wert en la Gala de los Goya. No
estuvo presente, pero todos los participantes en la fiesta del cine le
recordaron. Se buscó una mala excusa para no asistir y convirtió su ausencia en
un desprecio al gremio que dice defender. En el gobierno de Rajoy hay
demasiados ausentes que mejor que no estuvieran. Su presencia, siempre
acompañada de malas noticias, tampoco es deseada. La única pasión que levantan
es la de la indignación. Parece que gobiernan más para desmontar que para
crear. Hasta el propio Mariano sucumbe ante la pasión de su gobierno por la
ausencia. Cuando se hace presente, malo.
INJUSTICIA
Ni uno ni dos, han sido por lo menos 14 las
personas que murieron hace unos días al intentar entrar en nuestro país por la
frontera de Ceuta. Buscaban algo de esperanza para sus maltrechas vidas, y los
convirtieron a la fuerza en ausentes anónimos que nunca llegaron a su destino. La
playa de Tarajal se convirtió en el escenario de la matanza. Como suele ocurrir
en este tipo de dramas humanitarios, las fuerzas de seguridad no son las únicas
culpables de la tragedia. Migreurop, la plataforma en la que están integradas
numerosas ONG que velan por los derechos de los inmigrantes en Europa, ha
exigido la creación de una comisión parlamentaria que investigue las prácticas policiales
en Ceuta y Melilla. Al drama del jueves 6 de febrero hay que sumar el uso de
las inhumanas concertinas, y la denuncia de la Asociación Unificada de Guardias
Civiles que reclama más y mejores medios, al tiempo que alerta de la actitud
poco colaboradora de las autoridades marroquíes. Nada que no se sepa. El PP
juega en la frontera sur su carta populista. Ese histérico fantasma que recorre
Europa cerrando fronteras al flujo humano y abriéndolas al tráfico de
capitales. Se ha visto en Suiza, en donde una mayoría de su población ha
decidido hacerse más pequeña y endurecer las leyes migratorias. Para los
pobres, claro.
Lo ocurrido en Ceuta es un capítulo más en el
empeño del PP por colocarnos a la cola del mundo civilizado en el respeto a los
derechos humanos. En poco más de dos años, nos han transportado por el túnel
del tiempo hasta la España más rancia y casposa. Ahora quieren sacarnos de la
lista de países que aplican la Justicia Universal para perseguir delitos contra
la humanidad. Dicen que les mueven razones geoestratégicas –mantener buenas
relaciones con China, entre otras-, pero lo que en realidad les motiva son
razones ideológicas. El PP nunca comprendió muy bien que la defensa de los
derechos humanos no puede tener fronteras. Que en un mundo globalizado no cabe
perseguir el delito en los estrechos límites de un territorio nacional. Olvida
el PP a los muchos españoles víctimas de crímenes contra la humanidad. Son los
nuevos “desaparecidos” que el PP deja en la cuneta de la reparación. Hay están,
con nombre y apellidos, Antonio Llidó o Carmelo Soria, en Chile, o la muerte en
Irak de José Couso, nunca juzgada a pesar de saberse quién fue su asesino. Los
ausentes a la fuerza merecen justicia.
Con la votación del Congreso a la restricción de la
Justicia Universal ocurrió igual que con la ley Gallardón contra el aborto, el
PP pasó rodillo. En ésta última, los diputados del PP votaron en conciencia y
prefirieron votar contra las mujeres que traicionar a su partido. Y es que la
conciencia ausente es la peor de las ausencias.
AL HILO DE NÓOS
Hay otro tipo de ausentes. Son los que escurren sus
responsabilidades y se escudan tras un muro de personas interpuestas. El juez
Castro, encargado de desenmarañar el caso Urdangarín, ya casi ha terminado la
instrucción del sumario. La infanta Elena, como imputada, fue interrogada. También
Camps y Barberá, testigos tras eludir por los pelos ser imputados. Para que
ellos salieran de rositas, descargaron toda la responsabilidad sobre sus
subalternos. Obediencia debida, pero al revés. ¿Alguien puede creerse que
Generalitat y Ayuntamiento firmaran contratos por más de 3 millones de € sin el
visto bueno de Camps y Rita? Es más, ¿quién abrió a Nóos la puerta de las
máximas instituciones valencianas?, ¿quién ordenó poner la alfombra roja?,
¿quién puso las arcas públicas a disposición de la trama del Duque de Palma para
que se sirviera a su gusto? Pues así está el patio.
URBANO
GARCIA
Foto: Ferrán Montenegro
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