Fin de etapa. El domingo 28 se acabaron las dudas. ¿O no? La recta final de la campaña ha sido la verdadera campaña. Como una doble vuelta, dos debates seguidos -en tele pública y privada- para convencer a los indecisos en unas elecciones en que la indecisión ha sido máxima. Debates de votos y devotos, dado el tránsito de la campaña por la Semana Santa. El trifachito ha procesionado, aunque menos de lo que hubiera querido. La meteorología manda. Este año las derechas se han quedado sin cantar a capela “soy el novio de la muerte”, el himno legionario que tanto les pone. Entre torrija y torrija, los debates han ocupado las primeras planas de los diarios. De nuevo, la pugna entre el derecho a la información y la normativa electoral ha hecho crujir los engranajes del sistema. La decisión de la Junta Electoral Central de excluir al neofranquismo de los debates, por falta de representatividad, nos privó del espectáculo. El neofranquismo se alegró, así pudo ocultar su programa e ir de Ecce Homo en plena Pasión. Los dos debates fueron antesala de una legislatura en que harán falta los pactos. ¿También serán metáfora?
EL DÍA DESPUÉS
Primera conclusión: no hay dos debates electorales iguales, ni aunque se celebren seguidos y con los mismos invitados. Los dos debates en televisión aclararon bastante las posiciones de cada candidatura. Y eso que no estaban todos los que eran, aunque eran todos los que estaban. Segunda conclusión: hace falta más debates. Nuestra realidad política es compleja. El nacionalismo y la ultraderecha fueron la estructura ausente. Tercera conclusión: salvo las que adecentaron estudio y figurantes, y la periodista Ana Pastor –Pastor para los amigos-, las mujeres fueron las otras grandes ausentes. Faltan mujeres en primera línea de la política española. ¿Cuándo llegará la igualdad ahí?, seguramente cuando llegue a las direcciones de hospitales, universidades, centros educativos, medios de comunicación, empresas del IBEX,… Cuarta conclusión: apenas se visibilizó el debate territorial y la agenda valenciana. El adelanto electoral valenciano no sirvió para darle más visibilidad en estos debates, si fue esa la intención. Sólo Pablo Iglesias sacó la financiación autonómica y el tema valenciano a colación en el segundo debate. Las elecciones valencianas, invisibles. Quinta conclusión: cuando el electorado se fragmenta, las posibles coaliciones cobran gran importancia. Con el bipartidismo en estado catatónico, la respuesta no está sólo en votar a los dos grandes. El voto útil pierde sentido. Sexta idea: la televisión, como durante los años de la Transición, es un factor muy importante en la configuración de la voluntad popular. Aunque la vigente ley electoral (muy mejorable, por cierto) impide hacer públicos los sondeos en los últimos días de campaña (el plazo terminó el día del segundo debate), internet y las redes sociales se llenaron de ellos. Frente al ruido generado por la polémica de los debates en la recta final de campaña, la doble vuelta demostró ser una buena oportunidad para desfacer entuertos, corregir errores y aclarar programas. ¿Aprovecharon los candidatos la oportunidad? Para terminar: la agenda del 27 es la del 29. Nada cambia de un día para otro. Los mismos retos, las mismas propuestas siguen ahí, como antes del 28-A. Despertamos y el monstruo seguía mirándonos.
El juicio a los soberanistas catalanes seguirá en el Tribunal Supremo. El tema catalán es de todos, es el debate territorial, pendiente desde que la Constitución del 78 apuntó un Estado plurinacional y pluriregional descentralizado. En el 78 todo estaba por hacer. En 2019, hay mucho hecho pero la letra de la canción es la misma. Algo habrá que hacer para que el país constitucional esté en sintonía con el real. El desajuste es demasiado escandaloso. La pieza suena mal, la orquesta desafina. El enfrentamiento a cara de perro entre un nacionalismo español excluyente y totalitario, y un nacionalismo catalán orgulloso de si mismo, no puede solventarse en sede judicial. Necesita diálogo y soluciones políticas. Quien no lo crea así, nos contamina a todos con su intolerancia y su crispación. El país no merece tanta mala leche. Tampoco la merece esa mayoría que no comulga con ningún nacionalismo. Esa mayoría para quien los problemas diarios no se solucionan colgando una bandera en el balcón, cantando himnos patrióticos o rasgándose las vestiduras.
Sigue la infrafinanciación y el despoblamiento. La violencia machista desangra de forma transversal sociedades incapaces de enfrentarla de forma eficaz. Sigue la injusticia y la desigualdad y... Fin de la primera etapa. La campaña electoral sigue. El 26-M, la próxima parada. Municipales y europeas, ni más ni menos.
URBANO GARCIA
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