Ni el de los Nibelungos, ni el imaginado y escrito por
Tolkien. Hablo del anillo ciclista de Grezzi. El que circunvala la ciudad de
València desde el pasado sábado 4 de marzo. Un anillo que como resaltó Rafa
Company, director del MUVIM, “manté la vigència del traçat
de l’antiga muralla de la ciutat”. No es fácil borrar la
huella del trazado urbano. Posiblemente la más indeleble.
Una
parte de la memoria de la ciudad está en papeles apócrifos “perdidos” en los
más insospechados rincones. Durante la recogida de materiales del Centro
Excursionista de València (alguien
debería explicar los verdaderos motivos que han conducido a su indeseado desahucio)
apareció un documento original de hace 23 años en el que se argumentaba y pedía
la realización de esta vía ciclista. El PP llegó a proyectarla, pero finalmente
engrosó su larga lista de promesas incumplidas. Ha sido el gobierno encabezado
por Joan Ribó el que la ha llevado a término. Tal vez sean los cambios en la
movilidad urbana los que mejor identifiquen una legislatura caracterizada por la
transformación radical de las políticas municipales. Una legislatura en la que están
confluyendo hechos que nada tienen que ver con los efímeros y costosos eventos
del pasado. Hablo, por ejemplo, del reconocimiento de la fiesta de las Fallas
como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Circunstancia que mejorará nuestra
posición en el mapa de la decencia y hará olvidar que un día ocupamos un lugar
preferente en el de la corrupción y el despilfarro.
ALEJANDRA
Señalar
lugares y reconocer personas que contribuyeron a ampliar las libertades forma
parte de la construcción de la memoria democrática. Tarea inacabada e
inacabable.
Hace
unos días nos dejó Alejandra Soler. Tenía 103 años. Vivió lo mejor y lo peor
del siglo XX. Su compromiso la llevó a mil trincheras. De pionera en la
universidad y en las pistas de atletismo a ser la abuela del 15M, cuando en
2011 se solidarizó con los indignados que ocupaban las plazas vindicando un
mundo mejor. Alejandra nunca renegó de una militancia comunista que abrazó en 1934,
tras la revolución de Asturias. Aunque tardío, finalmente le llegó el
reconocimiento de su tierra por partida doble. Generalitat y Ayuntamiento le
dieron los máximos honores. Sus restos reposan junto a los de su amigo y amante
Arnaldo Azzati, periodista como su padre, director de El Pueblo y otro ilustre valenciano
forzado al exilio y nunca suficientemente recordado.
Alejandra
militó por la igualdad en tiempos difíciles, cuando feminismo y sufragistas iban
de la mano. La II República también fue pionera en eso, en el voto de las
mujeres. Fue un primer paso por una igualdad que se resiste. El empeño de Clara
Campoamor en el voto femenino acaba de ser reconocido por el Congreso. Recuperar
la memoria de las mujeres que ampliaron los derechos civiles es un paso
fundamental para consolidar los avances democráticos. Reconocer la importancia
de esas luchas es importante para construir un mundo más igualitario y libre. “La
medida de la libertad es la libertad de las mujeres que viven en esa sociedad”,
decía Montesquieu y se recordó el 8 de marzo. La libertad y la igualdad siguen
siendo metas en el siglo XXI.
TRANS
Ninguna
diferencia, ningún motivo, ni físico, sexual, religioso ni ideológico justifica
la privación de derechos. Nada justifica la desigualdad. Ni siquiera las
proclamas del bus del odio fletado por una organización de agitprop ultra católica satanizando a las personas que se sitúan en
el espectro que va del 100% mujer al 100% hombre. Una graduación hormonal
normalmente ajena a la voluntad de la persona. Con la llamada ley Trans -Llei Integral del Reconeixement a la Identitat i
l'Expressió de Gènere- el gobierno valenciano da pasos importantes para
mejorar la vida de las personas más vulnerables. Mientras unos pasean su
intolerancia por las calles de algunas ciudades, la ley Trans busca garantizar
la igualdad de derechos y evitar la marginación de las personas, especialmente
las más jóvenes, en razón de los aspectos más visibles de su identidad de
género. Dos concepciones del mundo, dos formas de entender la humanidad, dos
visiones del futuro. Una basada en verdades absolutas, categóricas,
intransigente, negacionista, sumisa con el sufrimiento... La otra abierta a los
avances de la ciencia, tolerante con las diferencias, mensajera de gozos y
alegrías… Puede sonar demagógico, pero es necesario decirlo claro en tiempos en
los que un tuit del nuevo emperador puede sembrar el odio y estigmatizar
países, razas, religiones, sexos…
URBANO GARCIA
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