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domingo, 14 de mayo de 2017

EL ANILLO

Ni el de los Nibelungos, ni el imaginado y escrito por Tolkien. Hablo del anillo ciclista de Grezzi. El que circunvala la ciudad de València desde el pasado sábado 4 de marzo. Un anillo que como resaltó Rafa Company, director del MUVIM, “manté la vigència del traçat de l’antiga muralla de la ciutat”. No es fácil borrar la huella del trazado urbano. Posiblemente la más indeleble.
                  Una parte de la memoria de la ciudad está en papeles apócrifos “perdidos” en los más insospechados rincones. Durante la recogida de materiales del Centro Excursionista de València (alguien debería explicar los verdaderos motivos que han conducido a su indeseado desahucio) apareció un documento original de hace 23 años en el que se argumentaba y pedía la realización de esta vía ciclista. El PP llegó a proyectarla, pero finalmente engrosó su larga lista de promesas incumplidas. Ha sido el gobierno encabezado por Joan Ribó el que la ha llevado a término. Tal vez sean los cambios en la movilidad urbana los que mejor identifiquen una legislatura caracterizada por la transformación radical de las políticas municipales. Una legislatura en la que están confluyendo hechos que nada tienen que ver con los efímeros y costosos eventos del pasado. Hablo, por ejemplo, del reconocimiento de la fiesta de las Fallas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Circunstancia que mejorará nuestra posición en el mapa de la decencia y hará olvidar que un día ocupamos un lugar preferente en el de la corrupción y el despilfarro.

ALEJANDRA
                  Señalar lugares y reconocer personas que contribuyeron a ampliar las libertades forma parte de la construcción de la memoria democrática. Tarea inacabada e inacabable.
                  Hace unos días nos dejó Alejandra Soler. Tenía 103 años. Vivió lo mejor y lo peor del siglo XX. Su compromiso la llevó a mil trincheras. De pionera en la universidad y en las pistas de atletismo a ser la abuela del 15M, cuando en 2011 se solidarizó con los indignados que ocupaban las plazas vindicando un mundo mejor. Alejandra nunca renegó de una militancia comunista que abrazó en 1934, tras la revolución de Asturias. Aunque tardío, finalmente le llegó el reconocimiento de su tierra por partida doble. Generalitat y Ayuntamiento le dieron los máximos honores. Sus restos reposan junto a los de su amigo y amante Arnaldo Azzati, periodista como su padre, director de El Pueblo y otro ilustre valenciano forzado al exilio y nunca suficientemente recordado.
                  Alejandra militó por la igualdad en tiempos difíciles, cuando feminismo y sufragistas iban de la mano. La II República también fue pionera en eso, en el voto de las mujeres. Fue un primer paso por una igualdad que se resiste. El empeño de Clara Campoamor en el voto femenino acaba de ser reconocido por el Congreso. Recuperar la memoria de las mujeres que ampliaron los derechos civiles es un paso fundamental para consolidar los avances democráticos. Reconocer la importancia de esas luchas es importante para construir un mundo más igualitario y libre. “La medida de la libertad es la libertad de las mujeres que viven en esa sociedad”, decía Montesquieu y se recordó el 8 de marzo. La libertad y la igualdad siguen siendo metas en el siglo XXI.       

TRANS
                  Ninguna diferencia, ningún motivo, ni físico, sexual, religioso ni ideológico justifica la privación de derechos. Nada justifica la desigualdad. Ni siquiera las proclamas del bus del odio fletado por una organización de agitprop ultra católica satanizando a las personas que se sitúan en el espectro que va del 100% mujer al 100% hombre. Una graduación hormonal normalmente ajena a la voluntad de la persona. Con la llamada ley Trans -Llei Integral del Reconeixement a la Identitat i l'Expressió de Gènere- el gobierno valenciano da pasos importantes para mejorar la vida de las personas más vulnerables. Mientras unos pasean su intolerancia por las calles de algunas ciudades, la ley Trans busca garantizar la igualdad de derechos y evitar la marginación de las personas, especialmente las más jóvenes, en razón de los aspectos más visibles de su identidad de género. Dos concepciones del mundo, dos formas de entender la humanidad, dos visiones del futuro. Una basada en verdades absolutas, categóricas, intransigente, negacionista, sumisa con el sufrimiento... La otra abierta a los avances de la ciencia, tolerante con las diferencias, mensajera de gozos y alegrías… Puede sonar demagógico, pero es necesario decirlo claro en tiempos en los que un tuit del nuevo emperador puede sembrar el odio y estigmatizar países, razas, religiones, sexos…  

URBANO GARCIA

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