Jueves, 30 de marzo. El sociólogo Axel Honneth, uno de
los principales herederos de la Escuela de Frankfurt, habla en València de su
último libro, La idea del socialisme, editado
por la Institució Alfons el Magnànim de
la Diputació valenciana. Nada más
oportuno tras un fin de semana en que el PSOE inició sus primarias. En el IFEMA
de Madrid, Susana Díaz, ante lo más granado del pasado y una parte del presente
socialista hispano, incluido Ximo Puig, anunció que optaba a pilotar la nave
socialista. “Quiero gobernar desde la victoria”, dijo la lideresa andaluza en
su tránsito de costurera a piloto tras meses deshojando la margarita. “Soy de
casta de fontaneros”, le gusta repetir, sin tener en cuenta la polisemia de
“fontanería”. Por estas latitudes, Pedro Sánchez, arropado por una parte
importante de la militancia socialista valenciana, se autoproclamaba portavoz
de las bases frente a unos dirigentes con síndrome de abstinencia de pasadas
glorias. En el rincón vasco, ante una auditorio convencido, Patxi López se autoerigía
profeta del consenso. Pocos dudan de que de los tres candidatos en liza sólo son
dos los que verdaderamente compiten. Dos modelos, dos formas de entender el
papel del PSOE en el siglo XXI, incluso dos estilos de estar en política. ¿Dos
socialdemocracias? Pero, ¿qué es hoy la socialdemocracia?
CLUB DE ROMA
El día en que el PSOE se lanzó a la búsqueda de su
líder, la élite política europea celebraba en Roma el 60 aniversario de los
Tratados económicos con los que nació la CEE. De aquel bautismo liberal con
toques de utopía pacifista deriva lo que actualmente es la Unión Europea. Y es
que en la Europa del 57 aún estaba muy presente la belicosa primera mitad del
siglo XX. Las dos grandes guerras dejaron heridas profundas y la división en dos
bloques repartiéndose el territorio. Al este, el socialismo real. Al oeste, el
pragmatismo de la realpolitik. En
medio, un movimiento obrero fuerte y un capitalismo con rostro humano condenados
a entenderse. Socialdemocracia y derecha civilizada unidos por su
anticomunismo. Para la primera, paz y crecimiento económico eran sinónimos de sociedad
del bienestar. Para la segunda, el freno de la revolución. Hasta que la salvaguarda
de los intereses económicos de unos pocos se impuso a los derechos de todos. Con
esos mimbres neo liberales se hizo el cesto de la moneda única. Así empezó a
joderse todo, que diría un vulgar émulo de Tony Judt. La caída del muro fue la
última señal del agotamiento del sueño revolucionario. Cien años después de
aquella ilusión colectiva, los partidos comunistas han tenido que reinventarse.
Mientras, los socialdemócratas que se creían Fausto a salvo de la debacle, sobrevivían
gracias a rentas del pasado y a pactar con el diablo. La socialdemocracia mutó
en social liberalismo y sus votantes, sin saberlo, se quedaron huérfanos. Las
palabras del eurodiputado laborista holandés Dijsselbloem haciéndose eco de los
peores prejuicios hacía los europeos del sur, son uno de los muchos síntomas de
la deriva de la socialdemocracia europea. No extraña la pérdida de apoyos en su
propio país. En muchos temas, como la austeridad, los tratados internacionales
de comercio y finanzas (TTIP, CETA,…) o la tolerancia con los paraísos fiscales, coinciden
demasiado la derecha y la mal llamada socialdemocracia. En toda Europa palpita
ese drama y el de la secesión. Gran Bretaña nunca dejó la libra, desde la City
especuló contra el euro para mantener sus sueños imperiales. Ahora desconecta
del todo. ¡Dios salve a los británicos que quieren ser europeos!
REINVENTARSE O MORIR
Desafección, cabreo, marginación, miedo, insolidaridad,
sálvese quién pueda,… ¿otra vez Europa al borde del abismo? No se vislumbran en
el horizonte europeo líderes como los que en los años 50’ fueron capaces de
reinventarla. La globalización neoliberal es una amenaza para el planeta. El
capital va dónde más beneficio obtiene, sin ninguna traba, ni política, ni
moral, ni ética. Las empresas se deslocalizan y crece la desigualdad como en la
Belle Époque, preludio de la gran
tragedia. Nada está dicho de antemano. Hay alternativas. Hace falta más Europa,
pero otra Europa. Se ha avanzado mucho en la integración económica, pero muy
poco en la política. Un paraíso para el capital financiero. ¿Dónde está esa Europa
de los ciudadanos de la que tanto se hablaba hace unos años? Organizar la
convivencia es una de las funciones de la política. También reducir al máximo
las desigualdades. Ni el mundo, ni Europa, ni nuestro país son los mismos que
hace unos años. Los cambios han sido muchos y rápidos. Todo hay que
reinventarlo. Hasta la socialdemocracia.
URBANO GARCIA
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