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domingo, 14 de mayo de 2017

LEVITANDO

Como Santa Teresa. Así se quedó Miguel Roca, abogado de Cristina de Borbón, tras conocer la sentencia que declaraba a su cliente tan solo culpable a título lucrativo de las fechorías económicas de su marido. El veredicto tardó ocho meses desde que el caso Nóos quedó visto para sentencia. Tiempo necesario para evitar el voto particular de algunos de los tres jueces del tribunal. ¡Responsable a título lucrativo!, ese es el destino judicial de algunas cónyuges que conviven y comparten bienes con determinados chorizos. Ana Mato no está sola en ese listado. La ex ministra y la infanta pertenecen al exclusivo club de las esposas premiadas por su ignorancia. También Milagrosa Martínez quería jugar en esa liga. Su desconocimiento de las tareas de la Conselleria de Turisme que regentaba sonroja al más incrédulo. La Perla ha eludido por ahora la prisión al pagar la fianza de ¡15.000€! impuesta por el juez del caso FITUR. Hay robagallinas a los que se les impone fianzas mucho más elevadas. Pero como no se han cansado de repetirnos por tierra, mar y aire, “la Justicia es igual para todos”. Como si nos chupáramos el dedo. Claro que hay motivos para que lo piensen. Apenas conocida la absolución de la parte valenciana del caso Nóos/Urdangarin, Bonig, la jefa del PP valenciano, ya estaba clamando con total desparpajo la restitución de la honradez cuestionada de sus compañeros de filas. La verdad es que choca la sentencia. Por los mismos hechos y menor cuantía, la parte mallorquina de la trama, los cómplices necesarios para saquear las arcas públicas, los responsables políticos, han sido condenados. ¿Qué hace diferentes a los valencianos? Por lo visto, que Urdangarin cumplió parte de sus compromisos por los que cobró casi 4 millones de € del erario público. Nada dice la sentencia sobre la relación calidad/precio de las tres ediciones del Valencia Summit, ni de los nunca celebrados Juegos Europeos. Un olvido difícil de entender.    

WELCOME!
                  Sábado 18 de febrero, las calles de Barcelona se llenan de solidaridad con las personas refugiadas. Mientras algunos gobiernos europeos se encastillan en demagogias y populismos (es decir en egoísmos nacionales y discursos xenófobos), una parte de la ciudadanía reclama políticas solidarias y de acogida. La Unión Europea hace dejación de sus funciones al no obligar a los países miembros a cumplir sus compromisos. Es lo que hace el gobierno de Rajoy que como el perro del hortelano ni come ni deja comer. El ejecutivo del PP en minoría tan solo ha acogido a poco más de un millar de refugiados de los 17.337 que se comprometió con la UE. Las grandes ciudades y algunos gobiernos autonómicos encabezan la rebelión cívica contra la insolidaridad. El Consell llegó a un acuerdo con una naviera para abrir un corredor humanitario por el Mediterráneo. Rajoy lo vetó.
                  Diciembre de 2016, alcaldes de ciudades europeas entre las que están Madrid, Barcelona, València, Zaragoza y A Coruña, acuden a Roma a la cita convocada por el Papa Francisco. Un encuentro con el título de “Cumbre Europea: los refugiados son nuestros hermanos y hermanas”. De allí salió el compromiso de tejer una red europea de ciudades solidarias. A veces hace falta un cierto impulso institucional para que no cunda el desánimo. Los alcaldes de las ciudades españolas escribieron a Rajoy ofreciéndose a desbloquear la situación. Los poderes locales, por su proximidad, suelen ser los más adecuados para encontrar soluciones a este tipo de dramas humanos. Pero la capacidad ciudadana es limitada, ¿qué puede hacer para frenar un desastre humanitario de estas dimensiones?, ¿cómo obligar al gobierno a que cumpla sus compromisos? Todos nos sentimos golpeados cuando vimos en TV la imagen de Aylan, el niño sirio refugiado ahogado en una playa turca. Hay muchos Aylan. Miles de vidas truncadas en aguas del Mediterráneo que no vemos.    
                  Hace unos días, una cumbre municipalista aprobaba la declaración de València. Los ayuntamientos necesitan más recursos del Estado para atender sus compromisos con la ciudadanía. También para desarrollar políticas solidarias con los refugiados. El silencio ha sido la respuesta.              El domingo 26, la ciudadanía valenciana está convocada a una concentración ante la Delegación de Gobierno. Tenemos todo el derecho a mostrar nuestra indignación. Es difícil no conmoverse ante la violación de los Derechos Humanos. Ante la pasividad frente a un drama humanitario que llama a nuestras puertas. Mientras la extrema derecha europea, animada por un ególatra y egoísta Trump, promete levantar muros de intolerancia y fanatismo, una parte de la ciudadanía lucha por un mundo en paz y más justo. No se trata de levitar, hay que poner los pies en tierra y decir alto y claro que el odio no nos moverá, que la solidaridad nos hace más felices.

URBANO GARCIA

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