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domingo, 14 de mayo de 2017

FUEGOS MAR(Z)IANOS

Mes de incendios. Las primeras fallas Patrimonio de la Humanidad son historia. La coincidencia astral y meteorológica las han convertido en unas Fallas históricas. Todos los records se han pulverizado. La población del cap i casal se duplicó. Y como la fiesta se vive en la calle, la mayoría de la gente -residentes y turistas- estaban en ella, desbordando todas las previsiones y convirtiendo en normal las aglomeraciones. A los agorafóbicos les quedó el recurso de la huida. Los que pudieron, claro. El sector hostelero se ha frotado las manos ante un lleno más que extraordinario. Hasta la falla municipal batió su record de altura. El nasciturus Pirulí de Calatrava, convertido en Ca-la-traba y realizado con vareta -como mandan los cánones de la modernidad y la ecología-, fue símbolo y metáfora de un presente lleno de trabas. Hacía tiempo que no se veía una cremà tan limpia de malos humos. Allí ardieron las trabas que el gobierno de Rajoy pone a la financiación de la alta velocidad por el eje mediterráneo. También las que pone al reconocimiento de la capitalidad de València,... El último incendio causado por un ejecutivo pirómano ha sido su negativa a transferir las competencias de los ferrocarriles de cercanías. Un servicio público fundamental para articular el territorio valenciano y cuyo deterioro nos sitúa al nivel de países del tercer mundo. El fuego fallero no ha sido el único de un mes de marzo especialmente incendiario.

ARDE ALICANTE
                  Poco antes de que fallas, carpas y desfiles ocuparan las calles de València, las de Alicante dieron un salto en el tiempo que las retrotrajo a los años de piedra del franquismo. El recurso del PP contra el cambio de nombre de algunas calles alicantinas ha devuelto la simbología de la dictadura a su callejero. Nombres como José Antonio, Millan Astray o Legión Española vuelven a figurar en él gracias al partido de Rajoy y Bonig. Una burla para la última ciudad en ser ocupada por las tropas golpistas. La tragedia que se vivió en su puerto a finales de marzo del 39, y que Rafael Torres relató con todo su dramatismo en “Los náufragos del Stanbrook”, no merece llegar a su aniversario con esa infame losa. Tampoco la merece el 75 aniversario de la muerte de Miguel Hernández. La ley de la memoria histórica es papel mojado sin voluntad para aplicarla por parte del partido gobernante. Al PP parece que le cuesta pasar página de la dictadura. Ante su pasividad, ayuntamientos y gobiernos autonómicos están tomando la iniciativa. Los primeros llenando de referentes democráticos un callejero anclado aún en la exaltación del golpismo. Los segundos legislando para despejar boicots y obstrucciones. La ley valenciana, actualmente en tramitación, contempla poner los medios para hacer de la memoria democrática un instrumento de convivencia y no un elemento de confrontación. Eso dependerá en gran medida del compromiso democrático de los sujetos encargados de su aplicación. Y ya vemos el poco que tiene el PP.

PODERES
                  Ni habiendo perdido la cómoda mayoría absoluta que gozó en la X Legislatura parece el PP dispuesto a dialogar. De aquellos polvos totalitarios se derivan algunos de los lodazales por los que ahora transita el ejecutivo de Rajoy. Del varapalo del decreto de estiba a la ley mordaza, el PP no parece aprender de sus errores, pasados y presentes. Anclado en tics autoritarios y acostumbrado al ordeno y mando, Mariano y sus mariachis no toleran la frustración. "Mi objetivo es llegar al final de la legislatura, haré todo lo posible y lo imposible (...) pero es necesario algo de estabilidad política y que episodios como el de los estibadores no se vuelvan a repetir nunca”, dijo Rajoy en Sevilla tras el voto negativo de una mayoría del Congreso a su decreto de estiba. Adelantar las elecciones es su bala en la recámara. Tener el ejecutivo no es moco de pavo. La abstención del PSOE dio aire a Rajoy y el control del botón nuclear para convocar nuevos comicios cuando más le convenga. Si no saca a pasear más ese espantajo es por el temor que tiene a perder más diputados y a dinamitar un bipartidismo que en estos momentos le beneficia. Claro que las circunstancias pueden cambiar. Para el PP, peor que un PSOE comatoso sería uno liderado por Pedro Sánchez. La posibilidad de un acuerdo de la izquierda, por remoto que sea, le preocupa. También, aunque mucho menos, que C’s deje de ser su perro faldero. Situar a PODEMOS en el punto de mira -no sólo mediático- le da grandes beneficios. El PP sabe que demonizar a los podemitas cuenta con el apoyo del establishment y el beneplácito de Susana y Albert. Marzo está que arde. Sólo faltaba el brexit

URBANO GARCIA

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