Subió a la tribuna con un dibujo en la mano. Lo enseñó
nada más comenzar a hablar. “Es mi padre”, dijo. Lo dibujó mi abuelo preso en
San Miguel y los Reyes. Lo metieron en la cárcel por socialista. Hablaba Isabel
Bonig, la recién confirmada lideresa del PP valenciano. ¿Quería dar a entender
que tenía un pasado del que vanagloriarse? ¿O buscaba investirse de una honorabilidad
ajena a su militancia para situarse por encima de quienes critican a su partido?
En el hemiciclo aún resuena la reprobación al PP por su empeño en mantener los
nombres franquistas en el callejero alicantino. O Bonig o el PP, uno de los dos
lleva el paso cambiado ¿Quién debería estar en el diván?
En
la jornada de clausura del XIV Congreso del PP valenciano, ante un Rajoy
autista, Bonig pidió inversiones para nuestra comunidad. La lideresa popular se
hacía eco de un agravio que cuestiona las políticas de su partido. Y “para
evitar el contagio independentista”, apostilló. Poco antes, Mariano había
prometido a Cataluña una lluvia de millones para frenar a los soberanistas. ¿Es
esa la vía para obtener una financiación justa?, se preguntaba Mónica Oltra
harta del ninguneo de Rajoy a los valencianos. Bonig sabe que quién puede poner
en peligro la actual hegemonía del PP es Compromís
y Mónica. Por eso Mónica y Compromís
están en su punto de mira.
PRESUPUESTOS
Los presupuestos de Montoro contemplan una
reducción en las inversiones autonómicas, a pesar de que Rajoy y su gobierno
los venden como los de la recuperación. Nosotros somos los peor financiados con
119€ por habitante, frente a los 405€ de Castilla y León. El Cap y casal aún sale peor librado. De
169 millones de € pasa a 149. València pierde 20 millones con el pacto PP-C’s. Un
acuerdo insuficiente para superar los previsibles votos en contra. Sin embargo,
Rajoy confía en lograrlo. Veremos de dónde saca los votos que le faltan. Permanezcan
atentos a la pantalla.
El déficit de los PGE podría equilibrarse con
inversiones directas del Estado. Tampoco en eso parece Rajoy dispuesto a hacer
justicia con su antaño granero de votos. El Estado arrastra una deuda de más de
400 millones por la Copa del América. De su compensación depende en parte la
remodelación de la Marina de València. Un espacio público necesitado de una
revisión integral tras el fiasco de la Copa del América y la Fórmula 1. Seguimos
pagando un pico por los grandes eventos. Tampoco
habrá dinero para mejorar el transporte metropolitano. Esa red supra urbana tan
necesaria para conectar València y su hinterland, una de las zonas más
densamente pobladas del Estado. El rentable eje ferroviario mediterráneo
–reclamado incluso por una patronal hasta ahora poco vindicativa con el PP- sigue
su lento desarrollo por tierras valencianas, mientras el dinero destinado a él
por la Unión Europea se desvía hacia conexiones radiales mucho menos eficientes.
Este proyecto de PGE muestra el desprecio de PP y
C’s por las dinámicas territoriales creadas por el Estado Autonómico. Una parte
importante del bienestar está federalizado. Sanidad, educación y dependencia, sus
tres pilares básicos, están transferidas a los gobiernos autonómicos.
REVERSIÓN
Durante dos décadas, el PP nos vendió la moto de
que la gestión privada de los servicios públicos era más eficiente. Ningún
informe lo corrobora. Más bien al contrario. El modelo Alzira que comenzó con
el Hospital de la Ribera, se extendió a otros centros valencianos, incluso fue importado
a Madrid por Esperanza Aguirre. Ahora que termina la concesión a Ribera Salud, es
el mejor momento para integrar en la gestión pública este Hospital, buque
insignia de la negra marea privatizadora. La derecha minó el campo de los
servicios públicos. Jurídica y laboralmente. Sólo 300 trabajadores -1 de cada 6-
de Ribera Salud tienen plaza fija. El resto son interinos. Sindicatos y
administración deben buscar la mejor salida a este embrollo.
No es el único empastre
dejado por el PP. Ahí está la mole de la antigua Fe de Campanar a la espera de su
complicado reciclaje. O el nuevo Mestalla, esqueleto varado de la burbuja
inmobiliaria. Ninguno de esos “monumentos” hubiera sido posible sin el concurso
de los gobiernos del PP. Menos mal que la clòtxina de Calatrava, hablo del
Ágora, ya tiene acomodo con CaixaForum, una ampliación de la oferta cultural
que no le vendrá mal a la ciudad, abandonada por un gobierno del Estado que
navega en la estulticia. O Rajoy cambia de rumbo, o Bonig se va al diván.
URBANO GARCIA
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