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sábado, 29 de julio de 2017

EN MITAD DE LEGISLATURA

Dos de cuatro. Son los años que quedan para terminar la legislatura autonómica y municipal. O si miramos el vaso medio vacío, los que van desde esas últimas elecciones. Tiempo de reflexión, de balance, de revisar lo hecho y lo que queda, de desesperarse por lo poco avanzado en lo primero y lo mucho que falta por hacer. Dos años del Acord del Botànic y de La Nau. Actas fundacionales de los nuevos gobiernos autonómico y local tras más dos décadas de hegemonía del PP en ambas instituciones. Aquellos días de finales de primavera y comienzo del verano de 2015 conmocionaron la terreta. “¡Vaya hostia, Serafín!”, susurró Rita al oído de Castellano. No era para menos. Era el fin de un régimen en el que el PP había gozado de mayorías absolutas en todas las instituciones valencianas. Dos décadas con las manos libres para hacer lo que quiso. Y lo hizo. ¡Vamos si lo hizo! Su legado aún segrega pestilentes lixiviados de los cajones de la administración. Algunos supuran por las costuras de Feria Valencia. Hasta un desayuno (¿con diamantes?) de Aznar corrió a cargo de la institución ferial, silente pagadora de los “simpas” del PP. Hace unos días, numeroso material didáctico fue encontrado en una nave de Riba-roja. Material pagado por CIEGSA con dinero público que nunca llegó a su destino. ¿A cuánto asciende el saqueo?

MAREA BAJA
                  La ola privatizadora del PP inundó todo. Las partidas más suculentas a las que hincarles el diente eran las que disponían de más recursos, o sea, sanidad y educación. Para la primera, el PP patentó el modelo Alzira. La iniciativa privada construía hospitales a cambio de su gestión durante años. Los suficientes para sacarle una suculenta rentabilidad al negocio. El Hospital de la Ribera, el primero y el que dio nombre al experimento, tan solo tardó un año en pedir al Consell mejoras en su contrato para aumentar el beneficio. Revertir la privatización de los servicios básicos es un deber democrático, pero costará más de una legislatura. Llegó la bajamar y hay que limpiar la playa.
                  Algo parecido hizo el PP en educación, con la diferencia de que una empresa pública –CIEGSA- se encargó de la construcción y mejora de los centros. Retrasos, barracones, sobrecostes, mordidas,… acompañaron a CIEGSA desde su creación por Zaplana. La entidad está en el epicentro de la financiación ilegal del PP. Dopaje con el que el partido de Rajoy afrontó sus campañas electorales. Disponer de dinero extra facilitó sus mayorías absolutas. El retraso en completar la red pública justificó la multiplicación de los conciertos con centros privados. Un pesado lastre que necesitaría para superarlo un plan de choque similar al que puso en marcha la II República. 
                  A veces la herencia recibida es una fatigosa carga arrastrada durante años como una hipoteca infinita. Piedra de Sísifo para nuestro sufrido país, condenado a cargar con ella y sin más recurso que sus menguantes fuerzas, esquilmadas tras décadas de insuficiente financiación.

ASUNTOS PENDIENTES
                  Si para la administración autonómica, la financiación es el principal lastre, en la municipal, además de la falta de recursos económicos, también pesa la endiablada burocracia. Los años de recortes y austeridad, y el techo del gasto -hasta ahora escrupulosamente respetado por Consell y Ayuntamiento- han limitado la capacidad inversora. Proyectos como el Parque Central o las mejoras de los poblados marítimos van a ralentí. Son obras con plazos largos de ejecución y un empleo continuado de recursos. Bien lo saben los vecinos del Cabanyal, a los que les gustaría salir cuanto antes de la pesadilla en la que viven desde hace años. Rita catalizó el desastre.
                  También faltan inversiones del Estado. No estamos entre las prioridades de Rajoy y su cohorte. Es lo que pasa con el eje ferroviario por el litoral mediterráneo. Una obra importante para la economía, no sólo la nuestra, y que el ejecutivo de Rajoy minusvalora. Dar a unos y negar a otros, eso también es hacer política, aunque sea injusta. Un país se hace con presupuestos e inversiones.
                  El Estado Autonómico no deja de ser una estructura administrativa para gestionar mejor los servicios ciudadanos. Si se corta su financiación, el Estado del bienestar muere y la democracia se devalúa. Y Montoro usa lo que es de todos como zanahoria para ganar adeptos al PP. ¡Será ruin!  
                   No es cierto que viviríamos en el mejor de los mundos posibles si no fuera por los otros. Primarias, nuevos liderazgos,… son olas en las, a pesar de todo, tranquilas aguas de las coaliciones del cambio. Lo peor es que no se visualiza lo que se hace. La información sigue en un agujero negro. 
URBANO GARCIA

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