Dos de cuatro. Son los
años que quedan para terminar la legislatura autonómica y municipal. O si
miramos el vaso medio vacío, los que van desde esas últimas elecciones. Tiempo
de reflexión, de balance, de revisar lo hecho y lo que queda, de desesperarse
por lo poco avanzado en lo primero y lo mucho que falta por hacer. Dos años del
Acord del Botànic y de La Nau. Actas fundacionales de los
nuevos gobiernos autonómico y local tras más dos décadas de hegemonía del PP en
ambas instituciones. Aquellos días de finales de primavera y comienzo del
verano de 2015 conmocionaron la terreta. “¡Vaya hostia, Serafín!”,
susurró Rita al oído de Castellano. No era para menos. Era el fin de un régimen
en el que el PP había gozado de mayorías absolutas en todas las instituciones
valencianas. Dos décadas con las manos libres para hacer lo que quiso. Y lo
hizo. ¡Vamos si lo hizo! Su legado aún segrega pestilentes lixiviados de los
cajones de la administración. Algunos supuran por las costuras de Feria
Valencia. Hasta un desayuno (¿con diamantes?) de Aznar corrió a cargo de la
institución ferial, silente pagadora de los “simpas” del PP. Hace unos días,
numeroso material didáctico fue encontrado en una nave de Riba-roja. Material
pagado por CIEGSA con dinero público que nunca llegó a su destino. ¿A cuánto
asciende el saqueo?
MAREA BAJA
La ola privatizadora del PP inundó todo. Las
partidas más suculentas a las que hincarles el diente eran las que disponían de
más recursos, o sea, sanidad y educación. Para la primera, el PP patentó el
modelo Alzira. La iniciativa privada construía hospitales a cambio de su
gestión durante años. Los suficientes para sacarle una suculenta rentabilidad
al negocio. El Hospital de la Ribera, el primero y el que dio nombre al
experimento, tan solo tardó un año en pedir al Consell mejoras en su contrato para aumentar el beneficio. Revertir
la privatización de los servicios básicos es un deber democrático, pero costará
más de una legislatura. Llegó la bajamar y hay que limpiar la playa.
Algo parecido hizo el PP en educación, con la
diferencia de que una empresa pública –CIEGSA- se encargó de la construcción y
mejora de los centros. Retrasos, barracones, sobrecostes, mordidas,…
acompañaron a CIEGSA desde su creación por Zaplana. La entidad está en el
epicentro de la financiación ilegal del PP. Dopaje con el que el partido de
Rajoy afrontó sus campañas electorales. Disponer de dinero extra facilitó sus
mayorías absolutas. El retraso en completar la red pública justificó la
multiplicación de los conciertos con centros privados. Un pesado lastre que
necesitaría para superarlo un plan de choque similar al que puso en marcha la
II República.
A veces la herencia recibida es una fatigosa carga
arrastrada durante años como una hipoteca infinita. Piedra de Sísifo para
nuestro sufrido país, condenado a cargar con ella y sin más recurso que sus
menguantes fuerzas, esquilmadas tras décadas de insuficiente financiación.
ASUNTOS PENDIENTES
Si para la administración autonómica, la
financiación es el principal lastre, en la municipal, además de la falta de
recursos económicos, también pesa la endiablada burocracia. Los años de
recortes y austeridad, y el techo del gasto -hasta ahora escrupulosamente
respetado por Consell y Ayuntamiento-
han limitado la capacidad inversora. Proyectos como el Parque Central o las
mejoras de los poblados marítimos van a ralentí. Son obras con plazos largos de
ejecución y un empleo continuado de recursos. Bien lo saben los vecinos del Cabanyal, a los que les gustaría salir
cuanto antes de la pesadilla en la que viven desde hace años. Rita catalizó el
desastre.
También faltan inversiones del Estado. No estamos
entre las prioridades de Rajoy y su cohorte. Es lo que pasa con el eje
ferroviario por el litoral mediterráneo. Una obra importante para la economía,
no sólo la nuestra, y que el ejecutivo de Rajoy minusvalora. Dar a unos y negar
a otros, eso también es hacer política, aunque sea injusta. Un país se hace con
presupuestos e inversiones.
El Estado Autonómico no deja de ser una estructura administrativa
para gestionar mejor los servicios ciudadanos. Si se corta su financiación, el
Estado del bienestar muere y la democracia se devalúa. Y Montoro usa lo que es
de todos como zanahoria para ganar adeptos al PP. ¡Será ruin!
No es cierto
que viviríamos en el mejor de los mundos posibles si no fuera por los otros. Primarias,
nuevos liderazgos,… son olas en las, a pesar de todo, tranquilas aguas de las
coaliciones del cambio. Lo peor es que no se visualiza lo que se hace. La
información sigue en un agujero negro.
URBANO GARCIA
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