“El mundo es muy grande para estar en todas partes”,
con ese rotundo reconocimiento de impotencia intentó el aún Presidente de RTVE,
Leopoldo González-Echenique, justificar la pésima cobertura informativa de
algunos recientes y graves acontecimientos internacionales. Malos tiempos para
la radio televisión pública. Cuando no es una lista negra desvelada por
accidente, es un desmantelamiento burdamente programado. Impotencia similar a
la de Echenique manifestaron los tres ministros que comparecieron después del
“patético” -en palabras de Rubalcaba- Consejo con que el ejecutivo salió al
paso por los 6.200.000 parados. Tres ministros ante las cámaras para maquillar
la dura realidad, y el presidente sin dar la cara. El trío compareciente aquel
viernes negro -26 de abril de 2013, márquenlo en el calendario- dio la razón al
secretario general del PSOE: el chistoso del régimen, digo de Montoro, se
declaró impotente; De Guindos, incapaz; y Santamaría, la vicealbondiguilla, rendida
ante el tremendo bofetón del paro alcanzado por su gobierno.
PARTIDO DEL PARO
Si
las cosas podían ir mal, van peor. La troika impone sus injustas condiciones
neoliberales, y Rajoy las agrava empeñado en emular a la difunta Dama de
Hierro. Al #austericidio que emana de las instituciones europeas se suma el
desigual reparto de la carga que hace el gobierno. Ciudadanos, municipios y
autonomías asumen, sin ningún tipo de alivio, el pesado fardo de la deuda, mientras
que la administración central del Estado siente cómo se afloja la soga que le
pone la Unión. Lo lógico sería que los beneficios se repartieran, igual que se
hace con las deudas. Pues no. El Estado se niega a aflojar la presión que ahoga
a la ciudadanía. Cuanto peor lo pasen los ciudadanos, más fácil será hacerles
tragar el ricino, deben pensar Mariano y su cohorte. Tal vez por eso, la única
receta que se les ocurre para frenar la insoportable escalada del paro es
aumentar los impuestos y eliminar deducciones. Y lo peor está por llegar. La
verdadera capacidad de destrucción de la reforma laboral de Fátima Báñez se
verá a partir de julio, cuando termine la vigencia de numerosos convenios.
Entonces comenzará a actuar esa perversión neoliberal de que no sirva de nada
la negociación colectiva. Las pequeñas empresas negociarán por su cuenta. Es de
prever un descenso importante en las condiciones laborales y un desplome de los
salarios. Una brutal ruptura de la cohesión social. Habrá que reconocer el
mérito a un registrador de la propiedad que gobernó a golpe de decreto a favor
de los bancos y en contra de la gente que le había votado. ¿Cuánto tiempo
soportará la ciudadanía esa venda en los ojos?
CEGUERAS
Una
venda que nos ha impedido ver durante demasiado tiempo. No vimos o no quisimos
ver. Hace unos días Jordi Évole dedicó su programa, Salvados, al accidente del 3 de julio de 2006 en la línea 1 del
metro de Valencia. Murieron 43 personas y 47 resultaron heridas de diversa
consideración. Una parte de la historia es conocida. Otra empieza a desvelarse
ahora. Han tenido que pasar seis años de silencio y de infamias para que la
gente empezara a perder el miedo. La crisis nos ha hecho a todos más exigentes
y críticos. Vemos cosas que hace unos años ni nos molestábamos en mirar. Nos
hemos caído del guindo.
Ahora
vemos un poco mejor, por ejemplo, el déficit de financiación que arrastramos
desde hace décadas y cuyo desfase ha incrementado una deuda histórica cuya
reparación deberíamos exigir. Tal vez por eso, este año, el aniversario de la
batalla de Almansa en la que nuestros derechos forales fueron liquidados, se recordó
reivindicando una financiación autonómica justa. Y es que además de tener una
tasa de paro que ronda el 30%, el País Valenciano contribuye a las arcas del
Estado con mucho más dinero del que recibe en inversiones. Ya va siendo hora de
que nos quitemos todas esas vendas que nos impiden ver el horizonte.
URBANO GARCIA
urbanogarciaperez@gmail.comFOTO: Urbano García. 7º Aniversario Accidente Metro Valencia. 3 de julio de 2013.
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