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jueves, 10 de noviembre de 2016

CRISIS EN AGOSTO

La suma de pequeñas cuestiones pendientes, los reajustes propios del primer aniversario y la posible incorporación de PODEMOS al gobierno, eran la crónica de una crisis anunciada del Consell surgido del Acord del Botànic. Y la crisis llegó nada más girar la curva de agosto, en medio de una cierta polémica por la deficiente financiación autonómica. Todo se entrecruza, relaciona y afecta mutuamente. Al final, los cambios en el Consell fueron mínimos, al decidir PODEMOS seguir en standby como vigilante crítico de la gobernación. La sorpresa saltó cuando de retruc se tocó una pieza clave del Consistorio valenciano. Nada menos que a Joan Calabuig, teniente de alcalde y portavoz del grupo municipal socialista. Casi nadie cuestiona la oportunidad de aprovechar la crisis anunciada para hacer cambios de mayor calado en el Palau de la Calle Cavallers. Una urgencia marcada más por la necesidad de buscar soluciones financieras que por análisis electorales. Hallar en Bruselas lo que Madrid nos niega, que diría un nacionalista. Esa será la nueva tarea de Calabuig. Sus años de eurodiputado le dan pedigrí y currículo. También le hará falta una buena brújula para encontrar financiación adecuada para los muchos proyectos valencianos que la esperan como agua de agosto. El caso es que la crisis del Consell se trasladó en parte al llamado Acord de la Nau, el pacto entre COMPROMÍS, PSPV y VALÈNCIA EN COMÚ que sostiene el gobierno del Cap i Casal.    
TRIPARTITO
                  “Espero que nadie sea tan insensato de abrir una crisis”, dijo Calabuig mientras se despedía del alcalde después de un año compartiendo gobierno. A Ribó, la renuncia de Calabuig le pilló por sorpresa. También los ascensos e incorporaciones decididas exclusivamente por el PSPV. No se trata de juzgar antes de tiempo, ni de prohibir los cambios, pero uno espera de los gobiernos de coalición mucho diálogo y empatía. Y no parece que en esta ocasión se haya dado el caso. El alcalde, ante la canícula agosteña, ha decidido aplazar cualquier redistribución de competencias hasta septiembre. Entonces volverán a repetirse -esta vez en la Casa Forestal del Saler- esos particulares “ejercicios espirituales” tan útiles para poner en sintonía a todo el gobierno municipal. Entonces se verá.  
                  El Ayuntamiento de València, como otras instituciones locales, necesita fortaleza para enfrentarse al envite del Ministro de Hacienda empeñado en cargar la deuda del Estado sobre municipios y autonomías. La carta sugiriendo que la  EMT debía privatizarse si seguía generando pérdidas ha inflamado las redes sociales. Montoro aplica el catecismo neoliberal con pasión de converso. No es raro que con ese ideario Rajoy no encuentre muletas para su investidura. El maltrato del PP a los valencianos es de nota. Nada que ver con los abrazos y risas que acompañaban a las visitas de Rajoy a una Valencia ahogada en el despilfarro. Ni entonces ni ahora hay una financiación justa. Pero entonces Rita y Camps le bailaban el agua. Ahora es persona non grata.   

BALANZA
                  A excepción del periodista Gregorio Martín, todo el mundo sabe que la valenciana es la única autonomía pobre (con un PIB menor que la media estatal) que aporta al erario más de lo que recibe. No hace falta argumentar la balanza fiscal para ver el maltrato. El eje mediterráneo del ferrocarril, la financiación del transporte metropolitano, o el Parque Central son algunas de la inversiones estatales aparcadas por los gobiernos de Rajoy. Al margen del ensañamiento especial que sufrimos los valencianos, la crisis ha sido utilizada por el PP para recortar recursos públicos, en sanidad y educación principalmente. Un estudio del Ministerio de Sanidad estima que el recorte de las inversiones sanitarias públicas (12% durante la legislatura de Rajoy) ha repercutido en un incremento del 17% del beneficio en la sanidad privada. Ese es el modelo económico del PP. Sólo C’s parece comulgar con esa política. Casualidades de la vida, la misma que defiende el IBEX35. Al final, Rivera dio el “sí, quiero” a Rajoy. Le pone seis condiciones, ninguna de ellas imposible.     
                  Hace unos días conocíamos la encuesta del CIS correspondiente al mes de julio. La única variación destacable respecto a la anterior es el aumento de la desafección política. La ciudadanía está harta de tanto juego de tronos y tanto postureo por parte de quienes tienen la responsabilidad de encontrar soluciones y no crear más problemas. La mayoría de los electores, aún reafirmándose en lo último que votaron, se muestra más crítica. Esta vez sí, la mayoría culpa al PP de la parálisis.

URBANO GARCIA
urbanogarciaperez@gmail.com

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