La suma de pequeñas cuestiones pendientes, los reajustes
propios del primer aniversario y la posible incorporación de PODEMOS al
gobierno, eran la crónica de una crisis anunciada del Consell surgido del Acord del
Botànic. Y la crisis llegó nada más girar la curva de agosto, en medio de
una cierta polémica por la deficiente financiación autonómica. Todo se
entrecruza, relaciona y afecta mutuamente. Al final, los cambios en el Consell fueron mínimos, al decidir
PODEMOS seguir en standby como vigilante crítico
de la gobernación. La sorpresa saltó cuando de retruc se tocó una pieza clave
del Consistorio valenciano. Nada menos que a Joan Calabuig, teniente de alcalde
y portavoz del grupo municipal socialista. Casi nadie cuestiona la oportunidad
de aprovechar la crisis anunciada para hacer cambios de mayor calado en el Palau de la Calle Cavallers. Una urgencia marcada más por la necesidad de buscar
soluciones financieras que por análisis electorales. Hallar en Bruselas lo que
Madrid nos niega, que diría un nacionalista. Esa será la nueva tarea de
Calabuig. Sus años de eurodiputado le dan pedigrí y currículo. También le hará
falta una buena brújula para encontrar financiación adecuada para los muchos
proyectos valencianos que la esperan como agua de agosto. El caso es que la
crisis del Consell se trasladó en
parte al llamado Acord de la Nau, el pacto
entre COMPROMÍS, PSPV y VALÈNCIA EN COMÚ que sostiene el gobierno del Cap i Casal.
TRIPARTITO
“Espero
que nadie sea tan insensato de abrir una crisis”, dijo Calabuig mientras se
despedía del alcalde después de un año compartiendo gobierno. A Ribó, la
renuncia de Calabuig le pilló por sorpresa. También los ascensos e
incorporaciones decididas exclusivamente por el PSPV. No se trata de juzgar
antes de tiempo, ni de prohibir los cambios, pero uno espera de los gobiernos
de coalición mucho diálogo y empatía. Y no parece que en esta ocasión se haya dado
el caso. El alcalde, ante la canícula agosteña, ha decidido aplazar cualquier
redistribución de competencias hasta septiembre. Entonces volverán a repetirse
-esta vez en la Casa Forestal del Saler- esos particulares “ejercicios
espirituales” tan útiles para poner en sintonía a todo el gobierno municipal.
Entonces se verá.
El
Ayuntamiento de València, como otras
instituciones locales, necesita fortaleza para enfrentarse al envite del
Ministro de Hacienda empeñado en cargar la deuda del Estado sobre municipios y
autonomías. La carta sugiriendo que la EMT debía privatizarse si seguía generando
pérdidas ha inflamado las redes sociales. Montoro aplica el catecismo
neoliberal con pasión de converso. No es raro que con ese ideario Rajoy no
encuentre muletas para su investidura. El maltrato del PP a los valencianos es
de nota. Nada que ver con los abrazos y risas que acompañaban a las visitas de
Rajoy a una Valencia ahogada en el despilfarro. Ni entonces ni ahora hay una
financiación justa. Pero entonces Rita y Camps le bailaban el agua. Ahora es
persona non grata.
BALANZA
A
excepción del periodista Gregorio Martín, todo el mundo sabe que la valenciana
es la única autonomía pobre (con un PIB menor que la media estatal) que aporta
al erario más de lo que recibe. No hace falta argumentar la balanza fiscal para
ver el maltrato. El eje mediterráneo del ferrocarril, la financiación del
transporte metropolitano, o el Parque Central son algunas de la inversiones
estatales aparcadas por los gobiernos de Rajoy. Al margen del ensañamiento
especial que sufrimos los valencianos, la crisis ha sido utilizada por el PP
para recortar recursos públicos, en sanidad y educación principalmente. Un
estudio del Ministerio de Sanidad estima que el recorte de las inversiones
sanitarias públicas (12% durante la legislatura de Rajoy) ha repercutido en un
incremento del 17% del beneficio en la sanidad privada. Ese es el modelo
económico del PP. Sólo C’s parece comulgar con esa política. Casualidades de la
vida, la misma que defiende el IBEX35. Al final, Rivera dio el “sí, quiero” a
Rajoy. Le pone seis condiciones, ninguna de ellas imposible.
Hace
unos días conocíamos la encuesta del CIS correspondiente al mes de julio. La
única variación destacable respecto a la anterior es el aumento de la
desafección política. La ciudadanía está harta de tanto juego de tronos y tanto
postureo por parte de quienes tienen la responsabilidad de encontrar soluciones
y no crear más problemas. La mayoría de los electores, aún reafirmándose en lo
último que votaron, se muestra más crítica. Esta vez sí, la mayoría culpa al PP
de la parálisis.
URBANO GARCIA
urbanogarciaperez@gmail.com
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