Casi nada de lo visto hasta ahora nos sirve. No hay
antecedentes en nuestro país de una campaña tan larga como la que vivimos desde
el 21D de 2015. Las últimas elecciones generales dieron un resultado difícil de
interpretar por quienes viven anclados en caducos modelos del pasado. No hay
referentes a los que acudir. Todo es nuevo, no sólo lo parece. La
incertidumbre, la inestabilidad, la precariedad parece que han llegado para
quedarse. Han venido sazonadas con la salsa de la crisis, torpe excusa para
imponer falsas soluciones que han aumentado la desigualdad y la exclusión
social. Nunca me cansaré de repetir que el 15 de mayo de 2011 marcó el inicio
de la transformación. El 15M supuso la irrupción de una ciudadanía que hasta esa
fecha había permanecido callada. Sin duda, la crisis y las recetas para su
superación catalizaron la protesta. Escépticos, desencantados, indignados,
jóvenes y no tanto, dispuestos a hacerse valer como ciudadanos activos. Revelándose
contra una inercia que los arrastra al vertedero de la historia. Tomar
conciencia de la capacidad para cambiar las cosas es el primer paso para cambiarlas.
Era cuestión de tiempo que la indignación encontrara su expresión política. Para
el 26J, cambian los actores y la escenografía. El futuro del país ya no es sólo
cuestión de dos, aunque el sistema electoral –no hace falta insistir en su
diseño preconstitucional- es la mejor garantía del bipartidismo.
La
puesta en escena de la nueva pluralidad necesita escenarios nuevos. Si en
vísperas del 20D, Rajoy solo quería debatir cara a cara con Pedro Sánchez,
ahora es este último el que se coge como un clavo ardiendo a verse frente a
frente con Mariano, viva imagen del rancio inmovilismo. Pedro no quiere un
Pablo a su lado que le recuerde dónde está la izquierda y el cambio. El PSOE
sigue buscando ocupar un escurridizo y ambiguo centro amenazado por la
polarización, mientras que el PP ha vuelto a las andadas desempolvado las
esencias del nacionalcatolicismo.
La
campaña se juega en los platós de TV. Joaquín Reyes estrenó su “Feis tu feis” mimetizándose en Pablo
Iglesias. Seguirá el resto de líderes. El orden no es anecdótico. Cuanto más
lejos del 26J menos probabilidades de ser retenido en la memoria. No cuentan
con internet.
EDUCAR
En
ningún espacio se ve tan clara la contra reforma del PP como en la educación.
Ni ratios ni falta de recursos, lo que verdaderamente preocupa a los gerifaltes
del PP es la marcha del negocio. Durante dos décadas, en tierras valencianas
han hecho lo que les ha dado la gana. Poner en manos privadas la construcción
de nuevos centros educativos nos ha salido por un pico. Los sobrecostes y las
mordidas, cuando no la financiación ilegal del PP, han dejado escuelas sin
acabar y han eternizado los barracones. Las cesiones de suelo y los conciertos -creados
en 1985 para garantizar el acceso a la educación donde no llegaba la red
pública- han desviado ingentes recursos públicos hacia la oferta privada. En ocasiones
han financiado escuelas que incumplen la ley, segregando por sexos, cobrando gastos
extra o con derecho de admisión. Entrados en harina electoral, el PP se ha
puesto delante de la pancarta atacando de forma preventiva la enseñanza
pública. “No se han recortado unidades en la concertada, pero se han creado
muchas más en la pública”, reconocen desde la patronal católica. Ese parece ser
el temor en un sector empresarial fuertemente ideologizado, que empiece a
aplicarse la ley y que la financiación pública atienda de forma prioritaria a la
oferta pública. Y es que desde hace un año las prioridades en el País han
cambiado. Como dice la Constitución, el Estado debe garantizar el acceso a la
educación obligatoria a todo el mundo. Y son las instituciones públicas las que
tienen que velar por el cumplimiento de este derecho. En ello se ha puesto el Conseller del ramo, Vicent Marza. Su
compromiso es acabar con los barracones y construir 124 nuevos colegios antes
de que termine la legislatura. Para ello, la Generalitat invertirá 500 millones
de € en el nuevo plan de infraestructuras educativas. A veces, detrás de la
palabra libertad tan sólo está la espuria defensa de propios e inconfesables
intereses.
NOTA: Mientras monseñor Cañizares -capa larga y mente
estrecha- sigue con sus declaraciones antisistema, hemos conocido que algunas
empresas benefactoras del V Encuentro de las Familias, al que asistió Benedicto
XVI, eran premiadas con obra pública de la Generalitat presidida por Camps, y
la dirección de RTVV se repartía el botín con la Gürtel. En julio de 2006,
Valencia era una fiesta.
URBANO GARCIA
urbanogarciaperez@gmail.com
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