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jueves, 10 de noviembre de 2016

SER

De identidades vamos bien servidos. Cada cual tiene la suya. Dicen que en eso consiste hacerse adulto, en construirse una forma de ser y pensar propias. No es fácil conseguirlo y eso que somos animales carroñeros que tomamos de aquí y de allá sin temor a ser poco originales. El secreto, como en los cócteles, está en la combinación. Como también somos sociales, nos gusta transcender nuestra breve existencia pensando en la eternidad de la tribu, y nos damos himnos y banderas para identificarnos mejor con ella. Qué es “ser valencians”, se pregunta Ricard Pérez Casado en su último libro. Tras un repaso por la historia, la cultura y la geografía del País, el ex alcalde de València opta por dejar abierta la cuestión. Y es que cada cual se siente valenciano a su manera, y todas ellas son igual de respetables siempre que sean sinceras y no pretendan imponerse sobre las demás. Lo importante de verdad es qué queremos ser. Debate reabierto en la política valenciana entre construir un futuro en común o volver a enfrentamientos de otros tiempos. 

PASADO
                  La épica romántica del siglo XIX que reescribió el nacimiento de la nación valenciana, dejó la faena sin acabar. Pasito p’alante, pasito p’atrás, la construcción nacional continuó siendo una asignatura pendiente. Durante la dictadura comenzó a elaborarse un relato más sólido o al menos más científico. Los mimbres estaban. Joan Fuster, entre otros, les dio patina de modernidad. Pero también Vicent Ventura, Guarner, Marqués, Cucó, Soler, y muchos otros aportaron su grano de arena en una tarea que estaba por hacer. En la transición a la democracia, la hegemonía de la izquierda permitió explorar los caminos hacia la construcción de una identidad adaptada al último cuarto del siglo XX. Se dieron algunos pasos importantes, pero fueron insuficientes para frenar el retroceso que supuso primero la llamada “batalla de Valencia” y después las dos décadas de gobiernos del PP. Apenas hace un año que nos quitamos esa mordaza. La sociedad valenciana, incrédula ante lo que le ha pasado, aún sigue bajo los efectos de una especie de síndrome de Estocolmo. Y eso que no hay día sin que no conozcamos un nuevo escándalo protagonizado por gerifaltes del PP. Tras el caso Taula, por el que está imputado todo el grupo municipal del PP, ha aparecido Adolfo Vedri, uno de los supuestos donantes anónimos cuya existencia desveló al juez la cajera del grupo, Carmen García Fuster. Durante años, la empresa ENGLOBA, dirigida por Vedri, se llevó contratos públicos por más de 30 millones de €, sin control, sin competencia ni garantías democráticas. Una bicoca que era compensada transfiriendo el 3% al PP. Suma y sigue. Cuando aún no conocemos todos los detalles del modus operandi de Vedri/Engloba, la Fiscalía acusa de falsedad y cohecho a Martínez Pujalte, ex diputado cunero por Alicante, por ocultar al Congreso el cobro de suculentos emolumentos por “asesorar verbalmente” a constructoras para hacer campos eólicos. Pujalte, con el desparpajo del que hace gala, admitió que cobraba por charlar un rato en una cafetería. Compartía negociado con Trillo de Figueroa, Gómez de la Serna y Gustavo de Arístegui.

FUTURO  
                  “Ser valencians també vol dir el compromís permanent amb la llibertat, l’exercici de la solidaritat i l’aspiració a una societat més justa, més igual per a tots els qui se senten d’alguna manera vinculats al territori que els sosté i els integra”, con estas palabras termina su ensayo Pérez Casado. Y con la esperanza de que por fin el pueblo valenciano se encuentre a gusto consigo mismo. Mejorar la autoestima, tal vez ese sea el principal motor de la Entesa para el Senado que pergeñan PSPV, Compromís y Podem. Una propuesta de confluencia que se da en un lugar y en un momento determinados. Nada mejor para el futuro del Acord del Botànic que sostiene al gobierno de PSPV-Compromís, presidido por Ximo Puig, que contar con un grupo valenciano en la Cámara Alta. Nada mejor para el pueblo valenciano que contar con una voz en el Senado que defienda su justa financiación, unas comunicaciones que articulen el territorio, un eje ferroviario mediterráneo que facilite su proyección exterior,... Una aspiración a “ser” que va más allá del “estar” y que no merece ser saldada con un “no, gracias”, como zanjó Pedro Sánchez la oferta de Podemos de sumar para hacer posible el cambio en el Senado. ¡Tan difícil es de entender!

URBANO GARCIA

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