De identidades vamos bien servidos. Cada cual tiene la
suya. Dicen que en eso consiste hacerse adulto, en construirse una forma de ser
y pensar propias. No es fácil conseguirlo y eso que somos animales carroñeros
que tomamos de aquí y de allá sin temor a ser poco originales. El secreto, como
en los cócteles, está en la combinación. Como también somos sociales, nos gusta
transcender nuestra breve existencia pensando en la eternidad de la tribu, y nos
damos himnos y banderas para identificarnos mejor con ella. Qué es “ser valencians”, se pregunta Ricard
Pérez Casado en su último libro. Tras un repaso por la historia, la cultura y
la geografía del País, el ex alcalde de València opta por dejar abierta la
cuestión. Y es que cada cual se siente valenciano a su manera, y todas ellas
son igual de respetables siempre que sean sinceras y no pretendan imponerse
sobre las demás. Lo importante de verdad es qué queremos ser. Debate reabierto
en la política valenciana entre construir un futuro en común o volver a
enfrentamientos de otros tiempos.
PASADO
La
épica romántica del siglo XIX que reescribió el nacimiento de la nación
valenciana, dejó la faena sin acabar. Pasito p’alante, pasito p’atrás,
la construcción nacional continuó siendo una asignatura pendiente. Durante la
dictadura comenzó a elaborarse un relato más sólido o al menos más científico.
Los mimbres estaban. Joan Fuster, entre otros, les dio patina de modernidad. Pero
también Vicent Ventura, Guarner, Marqués, Cucó, Soler, y muchos otros aportaron
su grano de arena en una tarea que estaba por hacer. En la transición a la
democracia, la hegemonía de la izquierda permitió explorar los caminos hacia la
construcción de una identidad adaptada al último cuarto del siglo XX. Se dieron
algunos pasos importantes, pero fueron insuficientes para frenar el retroceso que
supuso primero la llamada “batalla de Valencia” y después las dos décadas de
gobiernos del PP. Apenas hace un año que nos quitamos esa mordaza. La sociedad
valenciana, incrédula ante lo que le ha pasado, aún sigue bajo los efectos de
una especie de síndrome de Estocolmo. Y eso que no hay día sin que no conozcamos
un nuevo escándalo protagonizado por gerifaltes del PP. Tras el caso Taula, por
el que está imputado todo el grupo municipal del PP, ha aparecido Adolfo Vedri,
uno de los supuestos donantes anónimos cuya existencia desveló al juez la
cajera del grupo, Carmen García Fuster. Durante años, la empresa ENGLOBA, dirigida
por Vedri, se llevó contratos públicos por más de 30 millones de €, sin
control, sin competencia ni garantías democráticas. Una bicoca que era
compensada transfiriendo el 3% al PP. Suma y sigue. Cuando aún no conocemos todos
los detalles del modus operandi de
Vedri/Engloba, la Fiscalía acusa de falsedad y cohecho a Martínez Pujalte, ex
diputado cunero por Alicante, por ocultar al Congreso el cobro de suculentos
emolumentos por “asesorar verbalmente” a constructoras para hacer campos
eólicos. Pujalte, con el desparpajo del que hace gala, admitió que cobraba por
charlar un rato en una cafetería. Compartía negociado con Trillo de Figueroa, Gómez de la
Serna y Gustavo de Arístegui.
FUTURO
“Ser valencians també vol dir
el compromís permanent amb la llibertat, l’exercici de la solidaritat i
l’aspiració a una societat més justa, més igual per a tots els qui se senten
d’alguna manera vinculats al territori que els sosté i els integra”, con estas palabras
termina su ensayo Pérez Casado. Y con la esperanza de que por fin el pueblo
valenciano se encuentre a gusto consigo mismo. Mejorar la autoestima, tal vez
ese sea el principal motor de la Entesa
para el Senado que pergeñan PSPV, Compromís
y Podem. Una propuesta de confluencia
que se da en un lugar y en un momento determinados. Nada mejor para el futuro
del Acord del Botànic que sostiene al
gobierno de PSPV-Compromís, presidido por Ximo Puig, que contar con un grupo
valenciano en la Cámara Alta. Nada mejor para el pueblo valenciano que contar
con una voz en el Senado que defienda su justa financiación, unas
comunicaciones que articulen el territorio, un eje ferroviario mediterráneo que
facilite su proyección exterior,... Una aspiración a “ser” que va más allá del “estar”
y que no merece ser saldada con un “no, gracias”, como zanjó Pedro Sánchez la
oferta de Podemos de sumar para hacer posible el cambio en el Senado. ¡Tan
difícil es de entender!
URBANO GARCIA
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