En el del campo de refugiados de Idomeni se enterró la
poca civilización que le quedaba a la en otro tiempo civilizada Europa. Lo dice
hasta ACNUR, la institución de Naciones Unidas que vela por los derechos de las
personas refugiadas. Y es que Europa, la vieja Europa, vuelve a ser teatro de
la insolidaridad y la injusticia. Apenas quedan trazas en las instituciones de
la Unión del espíritu que inspiró su fundación. Europa se sacude sus culpas
externalizando los problemas. Cualquiera diría que no tiene ninguna
responsabilidad en el caos que brota más allá de sus fronteras. De las
tormentas sembradas en no tan lejanos desiertos de Oriente Medio y norte de
África surgen los actuales lodazales. Charcos en los que se reboza la miseria y
se pierde la esperanza. Todas las ONG dignas de tal nombre han denunciado el
miserable comportamiento europeo. Unas han abandonado los campos de refugiados
tras ser convertidos en campos de prisioneros, otras prefieren quedarse para
testificar la ignominia. Sólo si hay ojos para verlo y voces para denunciarlo
podrá frenarse la barbarie. Idomeni es el símbolo, pero hay más campos en la
geografía centro europea. Mientras comienza el miserable intercambio de seres
humanos, se ponen en marcha las expulsiones masivas. ¡Palabras llenas de odio!
¿Quién pensaba que Europa no volvería a ser trampantojo de semejante tragedia
humanitaria? La historia se repite, cuando no se aprende la lección que nos
enseña.
PAPELES
Parece
que la única Europa existente es la de los mercaderes. La del euro acuñado con
la efigie del austericidio. Su circulación
es lo único importante para unos mandatarios preocupados por las
transnacionales que los pondrán en nómina cuando dejen la política. Trabajo
temporal, le llaman. Mandamases y capital financiero unidos en sacrosanto
matrimonio. Una parte de las élites de la Unión se han quedado con el culo al
aire. Al aire sus vergüenzas ocultas hasta ahora en inexpugnables paraísos
fiscales. Antes fue la lista Falciani. La que Hervé, el minucioso trabajador de
la banca suiza, destapó para vergüenza de propios y extraños. Con su
publicación, Suiza bajó de categoría. Ahora es un paraíso menor. Pero otros
siguieron a lo suyo. Cultivando el secreto bancario como su industria nacional.
Los ejes del blanqueo no sólo cruzan Suiza, también tienen estación de paso en
Panamá. El país con mayor densidad de empresas pantalla junto con las
británicas Islas Vírgenes. Países de Jauja. Por ahora, apenas hay dimisiones.
El primero en caer ha sido el ex primer ministro de Islandia. Democracia de
calidad, con ella no se juega. En 2008, cuando estalló la mal llamada crisis,
Islandia salió a la calle, puso a sus bancos en cuarentena y a sus banqueros
entre rejas. Honradez rima mal con firma offshore.
Eso tenía el islandés Gunnlaugsson. También tiene una el aún comisario Cañete. Y
la familia Le Pen financió su proyecto fascista desde el paraíso panameño.
David Camerón, el premier del “brexit”, se benefició de una. Lo del amigo de
Putin parece de chiste. Más de 50 grandes fortunas españolas hicieron patria
como la tía del rey, llevándose sus ahorros a Panamá. A esperar que Montoro les
regale una amnistía fiscal.
EN FUNCIONES
Semana
importante para deshojar la margarita del nuevo gobierno. C’s sigue quitándose
máscaras mientras amenaza al PSOE con las siete plagas. Un ejecutivo
deslegitimado usurpa funciones a un legislativo renovado. ¿Conflicto de
intereses? Más bien canto del cisne de un gobierno -el de Rajoy- que ejerció
durante un cuatrienio con soberbia y nepotismo, y continúa subido al potro de
la arrogancia. Al final, Albert Rivera le tenderá la mano, para eso lo amamantó
el Ibex35, para que no dejara a Mariano en la estacada. Lo ha hecho a la
primera de cambio. Apenas hemos andado unos pasos y ya se desdice C’s de revocar
la ley Wert. Así está el panorama. Con el país en standby a la espera de buenas noticias. Nadie quiere repetir
elecciones. No serviría de nada. Pero algunos, cada vez menos, prefieren seguir
retozando en su putrefacto lodazal.
URBANO GARCIA
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