Cuando el domingo 26 fui a votar a mi colegio
electoral parecía que había entrado en una residencia de ancianos. La media de
edad de los que abarrotaban la sala, exceptuando una parte de los miembros de
las mesas, rondaría los setenta. Luego me comentaron que la mayoría venía de
misa. Fue un espléndido día de verano. Los jóvenes se dejaron ver poco, me dijo
más tarde una presidenta de mesa. Los jóvenes que fueron a votar lo hicieron a
primera hora de la mañana y en tropel a última hora, poco antes de que cerraran
los colegios. Un comportamiento del electorado previsible dadas las fechas. Sin
duda, esta circunstancia favoreció el voto de unos y la abstención de otros.
Así de caprichosa es la democracia. El estudio del CIS sobre el perfil del
votante indica que el elector medio del PP y del PSOE tiene más de 54 años,
mientras que el de Podemos, Compromís y C’s es menor de 35. El 26J la
abstención se colocó del lado de quien tiene electores más jóvenes. ¿Por qué se
movilizó tanto la gente mayor? Posiblemente por el discurso del miedo. El
triunfo del “brexit” ayudó. En el propio referéndum sobre la salida de Gran
Bretaña de la Unión Europea, la gente mayor llenó las urnas con sus temores a
la inmigración, a la crisis, a la devaluación de sus pensiones,… Los jóvenes,
más europeístas y con otra cosmovisión, sumaron menos votos. Quienes tienen una
esperanza de vida de 10 a 20 años decidió el futuro de los jóvenes, se lamenta
una amiga británica. ¿Pasó aquí algo parecido? Parece claro que la gente mayor,
la más conservadora, estaba muy movilizada ante la supuesta amenaza de supuestos
radicales, bolivarianos, ateos y comunistas. El PP, como los euroescépticos, difundió
temores infundados con el fin de asegurarse su electorado.
CONCERTADOS
La
larga campaña que va del 20D al 26J ha sido bien aprovechada por el PP para mantener
un gobierno en funciones reacio a los controles, y para engrasar su maquinaria
generadora de miedo. Las conversaciones filtradas entre el ministro del
Interior en funciones, Jorge Fernández, y el Jefe de la Agencia catalana Anti
Fraude, Daniel de Alfonso, huelen a un estado policial digno de Fouché, jefe de
policía en la Francia imperial. Espionaje a políticos, campañas de desprestigio
en complicidad con medios de comunicación,…Unos hechos a los que la dirección
de TVE puso sordina. Con esos antecedentes, es lógico que una sombra de duda
caiga sobre los resultados del 26J. Conspiranoias
no faltan tras la pérdida de más de 1 millón de votos por Unidos Podemos.
En
plena campaña, Monseñor Cañizares entró en contienda atacando las políticas de
igualdad. Una provocación denunciada por incitación al odio. La difusión de un
cartel con la Moreneta y la de los Desamparados dándose un amoroso ósculo
desató el espíritu de cruzada, un terreno abonado para que el PP recogiese la
mies de su anhelado nacional catolicismo. Mientras, la educación concertada
–que vive del erario público, se gestiona de forma privada y ha sido la gran
favorecida por el PP durante las dos últimas décadas- llamaba a rebato contra
Vicent Marzà, Conseller de Educación,
por primar a la pública. Y el Ministro en funciones del gremio visitaba
Valencia en plena campaña para reunirse con la patronal de la concertada
ninguneando al gobierno autonómico. Un desprecio hacia el pueblo valenciano que
merece un rechazo total. A los pocos días, la Guardia Civil hacía público el
enésimo caso de corrupción amparado por el PP. A raíz de una denuncia puesta
por Mónica Oltra en 2014, una treintena de colegios concertados están siendo
investigados por cometer fraude en las nóminas de liberados patronales y
contratar a profesores jubilados que no impartían clase. También pasó por aquí
Montoro, el cancerbero del erario, para hacer campaña y anunciar el desbloqueo ahora
de una parte de la deuda del Estado con la autonomía. Electoralismo malo, populismo
barato. El caso es que todas las encuestas apuntaban a un importante
crecimiento de Unidos Podemos, y volvieron a fallar. Sin duda, su amplificación
movilizó a quienes temen ese escenario. Gritar que viene el lobo suele tener un
importante efecto psicológico. La percepción de un peligro, aunque sea imaginario,
no tranquiliza precisamente.
Nunca
segundas vueltas fueron buenas. La repetición de las elecciones generales reforzó
a una derecha adicta al sufrimiento de los más débiles y alejó las opciones de
cambio. Cada cual deberá revisar su contribución al mantenimiento de un status quo tan nefasto para la mayoría.
URBANO GARCIA
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