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jueves, 10 de noviembre de 2016

PRIORIDADES

Gobernar es decidir entre diferentes opciones. Optar en función de una escala de valores, de unas preferencias. Por eso es tan importante quien gobierna, sus decisiones –buenas o malas- condicionan el presente y el futuro de muchas personas. Suele ser un poco falso decir que se gobierna igual para todos, aunque decirlo sea de obligado cumplimiento. Tras esa pose siempre se oculta el interés por favorecer a unos más que a otros. El gobierno de la mayoría es la receta de la democracia. Una mayoría testada en las urnas, la menos imperfecta de las formas de consulta. Pero el ejercicio de ese derecho se produce en un contexto. ¡Democracia!, ¿para qué? Se preguntaban algunos cuando las penurias convertían la libertad en utópica. Siempre hay condicionantes individuales y colectivos que limitan el ejercicio libre de la democracia. ¿Se puede restringir el derecho a decidir en función de esos condicionantes? La historia está llena de ejemplos en los que así se ha hecho. Y siempre se han expuesto similares argumentos. Un buen ejemplo es el debate en los años 30 sobre la ampliación del derecho de voto a la mujer. Parece prehistoria, pero no hace tanto tiempo que en este país estaba prohibido votar. Cosas importantes, claro. Como elegir a quién gobierna, por ejemplo. Eso diferencia las dictaduras de las democracias. Aunque entre ambas haya múltiples gradaciones que no se pueden minusvalorar. En las últimas décadas la desigualdad ha crecido exponencialmente. Unas políticas la favorecen más que otras. Hay que votar.  
                  Cuando se publiquen estas líneas aún no se habrán celebrado las elecciones generales, pero en la efímera semana de vigencia de esta cartelera se conocerán los resultados del 26J y se habrá especulado hasta la saciedad sobre toda la combinatoria posible a la que den lugar.

HEGEMONÍAS
                  La democracia siempre es mejorable, por eso se podría considerar en permanente estado de transición. De la dictadura franquista a la democracia actual transitamos por lo que comúnmente conocemos como La Transición, así con mayúsculas para resaltar su carácter exclusivo. Un periodo convulso de reajuste de las diferentes fuerzas que conformaban la sociedad española tras la muerte del dictador. El primer paso fue construir un sistema de partidos políticos capaces de aglutinar voluntades y electorado. Los había históricos, con tradición, programa, y una mochila cargada de experiencias, no todas ellas ejemplares. Hacer borrón y cuenta nueva es una forma de olvidar el pasado. Pero no es fácil ni recomendable enterrar la memoria. Los franquistas fueron los primeros en apuntarse a la operación amnesia. Cuestión de supervivencia. Del 75 al 78 se consolidaron dos grandes bloques, a izquierda y derecha. El primero lo hegemonizó un PSOE que sólo guardó del histórico el cascarón de sus siglas. El segundo, tras un intenso y relativamente breve periodo dirigido por Suárez y la UCD, pasó a ser ocupado por una derecha capaz de aglutinar a los herederos del franquismo. Ese sistema bipartidista consagrado por la Constitución del 78 es el que desde hace años –y no sólo por la crisis financiera- está en entredicho. A izquierda y derecha hay opciones que ponen en cuestión las actuales hegemonías. Una pugna que no acaba el 26J. Podemos y las confluencias, entre ellas Compromís, apuestan por actualizar y revitalizar el maltratado programa socialdemócrata. C’s pretende limpiar y dar esplendor a una derecha lastrada por la corrupción. PP y PSOE se resisten a perder su hegemonía como gato panza arriba, incapaces de frenar su declive.

FUTUROS
                  La campaña termina como empezó. Con un Rajoy de don Tancredo jugando a la ruleta rusa de una tercera convocatoria electoral y a la espera de que maduren las condiciones objetivas para su gran coalición con el PSOE, en la que C’s haría de casamentera. Nada mejor que aferrarse a la yugular de un supuesto enemigo para salvar los muebles del bipartidismo. Mientras, el PSOE sigue deshojando la margarita de con quién se juntará o, mejor dicho, con quién le permitirán que se junte los poderes financieros y una parte de sus elites dirigentes. Susto o muerte, ese es su dilema. Podemos podría esperar si los resultados electorales no son los anunciados. Pero la emergencia social es aquí y ahora, y no se puede desatender. Volcarse en la organización no gratifica tanto como asaltar el cielo raso de la carrera de San Jerónimo. Una tarea que junto con la gestión autonómica y municipal consume mucha energía a Compromís, su aliado valenciano. El futuro, mañana.  

URBANO GARCIA
urbanogarciaperez@gmail.com

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