En 1975, un libro con este título escrito por Ernest
Lluch recibió el premio Tres i Quatre al
mejor ensayo. La via valenciana revolucionaba
la visión que hasta entonces se tenía de nuestra economía. Ni éramos un país únicamente
agrario ni carecíamos de una burguesía emprendedora. El punto de vista del
economista rompía con la interpretación agrarista con la que se quería zanjar el
debate sobre la “deficiente” industrialización valenciana. Es verdad que nuestro
tejido industrial estaba basado en pequeñas y medianas empresas familiares, pero
en la década de los 60’ ya no era sólo naranjas lo que exportábamos. El mueble,
la cerámica, el calzado o el juguete, entre otros, también abrían puertas en el
mercado exterior. Aquellos cimientos sirvieron para impulsar en los 80’ una
reindustrialización basada en añadir i+D a los sectores tradicionales. Los
Parques Tecnológicos, a pesar de la devaluación sufrida, siguen siendo el mejor exponente de que otra política
industrial es posible y necesaria. En 2015, 40 aniversario de La via valenciana, un grupo de
economistas, entre los que estaba el Conseller
de Hacienda Vicent Soler, en base al análisis de Lluch y a los cambios en
nuestro tejido industrial y financiero se preguntaron: ¿y ahora qué? Al revisar
la hoja de ruta de 1975, se dieron cuenta de que algunas soluciones aún eran
validas. No todo estaba perdido. Así lo ve también una parte del empresariado,
tal vez arrepentido al haberse dejado seducir por los cantos de sirena de la
especulación y el trapicheo. La deficiente financiación autonómica y la falta
de infraestructuras adecuadas ocupan ahora la primera plana de la agenda
política.
VIA APIA
Romanos
y cartagineses lo tenían claro. La mejor forma de cruzar la península era siguiendo
la ruta de la costa este. Muchos siglos después, EEUU puso como condición a
Franco para aceptarlo en la comunidad internacional que hiciera una autopista
por el litoral mediterráneo. El País Valenciano, tierra media entre norte y
sur, se colocó más cerca de Europa con esta nueva vía Apia. Por ella entró el
biquini y las ansias de libertad. Los turistas y el boom inmobiliario. El eje mediterráneo
de desarrollo ha encontrado un obstáculo interior. Compite con el esquema
radial impuesto desde que Madrid es la capital de las Españas. Si tener un
ancho de vía propio nos aisló de Europa, la distribución radial de las
comunicaciones creó un centralismo artificioso que dificulta la relación entre
las periferias. No es un obstáculo geográfico, es político. Como explica el
geógrafo y secretario autonómico Josep Vicent Boira, la Unión Europea considera
preferente el eje ferroviario mediterráneo, pero el gobierno de Rajoy lo hace
pasar por Madrid, primando sus intereses políticos por encima de la
rentabilidad económica. Una decisión difícil de justificar y que suena a
desprecio.
Hace
unos días, una plural y bien nutrida representación valenciana reclamó en
Madrid una financiación justa y más inversiones estatales. Nadie del gobierno
en funciones acudió a la cita. El maltrato de Rajoy y su cohorte hacia todo lo
valenciano no tiene nombre. Mientras, la jefa del PP de la CV, digo de Isabel
Bonig, se entrevistaba con el ministro Montoro para intentar tapar con la
cortina del dinero procedente del Fondo de Liquidez Autonómica (un préstamo a
devolver con intereses y que aumenta nuestra deuda) la vergüenza de sus
ausencias.
Tras
un lustro en el gobierno, contando las prórrogas, Rajoy no ha dado ni un solo
paso para corregir la grave situación valenciana. No lo hizo ni cuando éramos
un granero de votos para el PP. Menos ahora, ocupado y preocupado como está por
el avance del macro juicio de la Gürtel, con su partido a punto de entrar por
la puerta grande de los encausados, y mientras acelera todo lo que puede su
investidura para que no le pille la votación en el Congreso en plena vorágine
judicial.
FAO
La
vía valenciana pasa también por quitarse de encima el sambenito de la mala
reputación y el despilfarro, la corrupción y las malas inversiones. Cambiar la
percepción que los demás tienen de uno no es tarea fácil. El PP dejó un
panorama desolador y sin medios de comunicación autonómicos. De los estatales
mejor no hablar. Los privados van a lo suyo. La designación por la FAO de
Valencia como capital de la alimentación en 2017 supone un reconocimiento a las
políticas desarrolladas por Ribó y su equipo de gobierno municipal. La
agricultura de proximidad, el desarrollo sostenible, la protección de la
huerta,… tendrán oportunidad de proyectarse en esa capitalidad. Una nueva vía
valenciana está en construcción.
URBANO GARCIA
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