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jueves, 10 de noviembre de 2016

LA VÍA VALENCIANA

En 1975, un libro con este título escrito por Ernest Lluch recibió el premio Tres i Quatre al mejor ensayo. La via valenciana revolucionaba la visión que hasta entonces se tenía de nuestra economía. Ni éramos un país únicamente agrario ni carecíamos de una burguesía emprendedora. El punto de vista del economista rompía con la interpretación agrarista con la que se quería zanjar el debate sobre la “deficiente” industrialización valenciana. Es verdad que nuestro tejido industrial estaba basado en pequeñas y medianas empresas familiares, pero en la década de los 60’ ya no era sólo naranjas lo que exportábamos. El mueble, la cerámica, el calzado o el juguete, entre otros, también abrían puertas en el mercado exterior. Aquellos cimientos sirvieron para impulsar en los 80’ una reindustrialización basada en añadir i+D a los sectores tradicionales. Los Parques Tecnológicos, a pesar de la devaluación sufrida, siguen siendo el  mejor exponente de que otra política industrial es posible y necesaria. En 2015, 40 aniversario de La via valenciana, un grupo de economistas, entre los que estaba el Conseller de Hacienda Vicent Soler, en base al análisis de Lluch y a los cambios en nuestro tejido industrial y financiero se preguntaron: ¿y ahora qué? Al revisar la hoja de ruta de 1975, se dieron cuenta de que algunas soluciones aún eran validas. No todo estaba perdido. Así lo ve también una parte del empresariado, tal vez arrepentido al haberse dejado seducir por los cantos de sirena de la especulación y el trapicheo. La deficiente financiación autonómica y la falta de infraestructuras adecuadas ocupan ahora la primera plana de la agenda política.    

VIA APIA
                  Romanos y cartagineses lo tenían claro. La mejor forma de cruzar la península era siguiendo la ruta de la costa este. Muchos siglos después, EEUU puso como condición a Franco para aceptarlo en la comunidad internacional que hiciera una autopista por el litoral mediterráneo. El País Valenciano, tierra media entre norte y sur, se colocó más cerca de Europa con esta nueva vía Apia. Por ella entró el biquini y las ansias de libertad. Los turistas y el boom inmobiliario. El eje mediterráneo de desarrollo ha encontrado un obstáculo interior. Compite con el esquema radial impuesto desde que Madrid es la capital de las Españas. Si tener un ancho de vía propio nos aisló de Europa, la distribución radial de las comunicaciones creó un centralismo artificioso que dificulta la relación entre las periferias. No es un obstáculo geográfico, es político. Como explica el geógrafo y secretario autonómico Josep Vicent Boira, la Unión Europea considera preferente el eje ferroviario mediterráneo, pero el gobierno de Rajoy lo hace pasar por Madrid, primando sus intereses políticos por encima de la rentabilidad económica. Una decisión difícil de justificar y que suena a desprecio. 
                  Hace unos días, una plural y bien nutrida representación valenciana reclamó en Madrid una financiación justa y más inversiones estatales. Nadie del gobierno en funciones acudió a la cita. El maltrato de Rajoy y su cohorte hacia todo lo valenciano no tiene nombre. Mientras, la jefa del PP de la CV, digo de Isabel Bonig, se entrevistaba con el ministro Montoro para intentar tapar con la cortina del dinero procedente del Fondo de Liquidez Autonómica (un préstamo a devolver con intereses y que aumenta nuestra deuda) la vergüenza de sus ausencias.
                  Tras un lustro en el gobierno, contando las prórrogas, Rajoy no ha dado ni un solo paso para corregir la grave situación valenciana. No lo hizo ni cuando éramos un granero de votos para el PP. Menos ahora, ocupado y preocupado como está por el avance del macro juicio de la Gürtel, con su partido a punto de entrar por la puerta grande de los encausados, y mientras acelera todo lo que puede su investidura para que no le pille la votación en el Congreso en plena vorágine judicial.

FAO
                  La vía valenciana pasa también por quitarse de encima el sambenito de la mala reputación y el despilfarro, la corrupción y las malas inversiones. Cambiar la percepción que los demás tienen de uno no es tarea fácil. El PP dejó un panorama desolador y sin medios de comunicación autonómicos. De los estatales mejor no hablar. Los privados van a lo suyo. La designación por la FAO de Valencia como capital de la alimentación en 2017 supone un reconocimiento a las políticas desarrolladas por Ribó y su equipo de gobierno municipal. La agricultura de proximidad, el desarrollo sostenible, la protección de la huerta,… tendrán oportunidad de proyectarse en esa capitalidad. Una nueva vía valenciana está en construcción.  

URBANO GARCIA

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