Rescatar del olvido el tiempo pasado no es fácil. Y
menos cuando ha sido borrado de la memoria con perversa intencionalidad.
Cualquier tiempo pasado no fue bueno por el hecho de serlo. Pero es nuestro
tiempo y forma parte de lo que somos, aunque esté enterrado bajo siete llaves.
Madrugada del 7 de noviembre de
1936. El gobierno legítimo de la II República se traslada de Madrid a València.
Las tropas rebeldes del general Franco están a un tiro de piedra de la capital
del Estado. Los diarios de esos días comparan el traslado republicano con el
que hicieron en 1810, en un país ocupado por las tropas napoleónicas, los
diputados elegidos para formar parte de unas Cortes de resistencia que dos años
más tarde alumbraron nuestra primera Constitución. A veces la épica sirve para
dulcificar el amargo sabor de la tragedia. Valencia se convertía así en capital
de la República. Lo fue hasta el 31 de octubre de 1937, en que el traslado se
hizo a Barcelona. Durante casi un año, Valencia se convirtió en tierra de
acogida y epicentro republicano. Llegaron más de 100.000 refugiados. Había
familias enteras. Muchos eran funcionarios y militares. Pero había de todo.
También artistas y gentes de la cultura. El 26 llega Antonio Machado con su
familia, se instalan en Villa Amparo, en Rocafort, cerca de Valencia.
1936-2016
1936-2016
De
eso hace 80 años. Queda gente que lo recuerda. Alejandra Soler Gilabert es una
de ellas. Ha cumplido 103 años y mantiene a salvo su memoria. Maestra y
comunista, dos pecados capitales para el dictador. Valencia la nombró hija
predilecta el año pasado y éste ha sido la Generalitat quien le ha dado el más
alto reconocimiento. Alejandra fue testigo de un tiempo de ilusión y esperanza.
La
larga noche de piedra de la dictadura duró demasiado y esculpió con saña la
amnesia en las conciencias. El terror y el miedo fueron eficaces instrumentos
para esa lobotomía colectiva. La misma saña emplearon los golpistas en cambiar
la memoria urbana. El primer gobernador civil de Valencia nombrado por Franco, el
coronel Francisco Planas de Tovar, dictó un bando por el cual se ponían
elevadas multas a quienes tuvieran en sus casas “símbolos del pasado”. La
delación, la autocensura, el pánico para borrar la historia. El callejero fue
reescrito por la dictadura, tras la concienzuda extirpación del pasado
democrático. Aún hay restos en la ciudad de aquella barbarie.
Toca
recuperar la memoria. Nuestra democracia no nació en el 75. Tenemos un pasado
del que sentirnos orgullosos. Mientras el fascismo galopaba por Europa, el hemiciclo
del Ayuntamiento acogía las sesiones del II Congreso de Escritores en Defensa
de la Cultura. Valencia era capital de la República. Ocho décadas después, el
balcón Consistorial luce una pancarta recordando la efeméride. Tot està per fer, recuerda una
exposición en La Nau. También se presentarán varios libros sobre la capitalidad
republicana de València. La conmemoración servirá para abrir al público el
refugio antiaéreo del Ayuntamiento, una construcción que durante años ha permanecido
camuflada bajo el disfraz de almacén de papeles y trastos. Es necesario
recuperar los lugares de la memoria para construir una memoria democrática. Sin
reconocer ese pasado, estamos condenados a repetirlo.
DESIGUALDAD
Con
ella llega la indignación. También el miedo a perderlo todo. Las mismas élites
extractivas, desreguladoras y adictas a la especulación que causaron la crisis
han gestionado la salida de ella. Y la han gestionado a su favor. El resultado
ha sido catastrófico. Los ricos lo son más y las clases medias empobrecidas han
sido empujadas al borde del abismo. El resultado electoral en EEUU -el triunfo
de un Trump machista, racista, proteccionista en lo económico y ultraliberal en
lo social- es una buena prueba de la existencia de unas clases medias asustadas
ante un futuro incierto. La globalización aumenta la incertidumbre y dispara los
temores. Tratados comerciales de la Unión Europea como el CETA (con Canadá) y
el TTIP (con EEUU) son instrumentos de las corporaciones transnacionales para
seguir sacando el máximo beneficio de la desigualdad. Las relaciones
comerciales son un campo de batalla del que la ciudadanía es excluida. La
democracia es un obstáculo para el capital financiero. Ahora y en el 36. Cuánta
falta nos hace recuperar la memoria.
URBANO GARCIA
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